Por senderos que la maleza oculta es la postrera obra de Knut Hamsun,
uno de los escritores más relevantes de la literatura noruega. Escrita
al final de su vida, cabalga entre el diario y las memorias, sin
pertenecer a ninguno de los dos géneros, y reúne una serie de
anotaciones fragmentarias y dispersas que recogen sobre todo
reflexiones, pero también anécdotas o recuerdos.
Estas anotaciones fueron escritas durante su cautiverio por el apoyo
prestado al régimen de Quisling durante la ocupación nazi de Noruega.
Comienzan en 1945, el mismo día en que Hamsun fue detenido, y se
prolongan a lo largo de tres años, hasta el momento en que recibe la
condena inculpatoria por traición a la patria. Se puede decir, por
tanto, que el hilo conductor de estos apuntes será la lenta marcha del
proceso judicial al que el escritor se enfrentó.
En efecto, muchas de las observaciones del noruego se relacionan con
su cautiverio y las condiciones del mismo. Hamsun fue primero sometido a
arresto domiciliario para enseguida ser trasladado a un hospital, de
donde pasaría a una residencia de ancianos, a un hospital psiquiátrico y
de vuelta a la residencia de ancianos. En todo ese tiempo el noruego no
se rebeló ni una vez a su destino y en todo momento asumió su
culpabilidad por los actos de los que se le acusaba.
De sus apuntes se desprende que, con más de ochenta y cinco años, le
preocupaba poco el castigo al que la sociedad y la
justicia pudieran someterle; hacia el final de su vida, su entorno
apenas era un marco en el que se sucedían las estaciones, mientras
Hamsun estaba volcado hacia su interior, rumiando recuerdos y meditando
sobre su vejez. Tal vez porque, además, la mayoría de la gente seguía
demostrándole un enorme reconocimiento por su relevancia como escritor.
No obstante, sí le molestaba que la resolución de su causa se
prolongase en el tiempo. Después de que, en un principio, se le tomara
declaración en varias ocasiones, la fecha del juicio comenzó a aplazarse
sine die. A Knut Hamsun parecía preocuparle que la muerte le
llegara antes de haber sido juzgado, probablemente porque esperaba el
momento del juicio para dar su versión de los hechos sobre su traición a
la patria. De hecho, Por senderos que la maleza oculta recoge,
casi al final de sus páginas, su alegato ante el tribunal y concluye,
poco después, en el mismo momento en que la sentencia es dictada.
La única salvedad a su tranquila aceptación de la
detención preventiva fue su ingreso en la Clínica Psiquiátrica de Oslo
“para nerviosos y enfermos mentales”, en un intento de achacar a la
locura su colaboración con los ocupadores alemanes. La experiencia de
ser tratado como un enfermo mental, las pruebas e interrogatorios a los
que fue sometido y el que se involucrase en todo ello a su
esposa, marcó profundamente al escritor que salió de la institución
profundamente deprimido, convertido, según sus propias palabras en
“gelatina”.
Pero a pesar de la resonancia de su enjuiciamiento y del eco del
mismo que estas anotaciones recogen, el tema de estos apuntes es el
propio Hamsun: «Son menudencias las cosas que escribo y son menudencias
lo que escribo. ¿Qué otra cosa podría ser?» reconoce el propio autor. En
su arresto, el noruego disfrutaba de libertad relativa, daba largos
paseos y anotaba las impresiones que los días dejaban en él.
En consecuencia, Por senderos que la maleza oculta es, en
buena parte, un libro sobre la vejez, escrito desde el estribo de la
vida. Hamsun estaba bastante sordo en el momento en que fue detenido, lo
que le mantenía aislado del mundo exterior; a su sordera se uniría en
los años siguientes dificultades en la visión, y ello reforzaría su
tendencia a volverse hacia su propio interior. Reflexiones sobre los
límites que impone la vejez, recuerdos del pasado o fantaseos
literarios, todo se recoge en el que fue el último libro salido de la
mano de uno de los escritores más importantes del siglo XX.
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