La publicidad. Algo que ya forma parte de tu vida
diaria, que miras sin ver. Esa misma publicidad a la que ya no das
importancia, porque das por hecho que está ahí. Estas viendo una
película o leyendo un artículo sin inmutarte de los mensajes
subliminales, que se meten en tu cerebro sin darte ni cuenta.
Esa misma publicidad es muchísimo más importante de lo que piensas, ya que es la que está perfilando lo “correcto”, lo “bonito”, y lo que “ha de ser un hombre o una mujer” del s.XXI.
También los falsos eslogan forman parte de este entramado, tales como: “Las mujeres de verdad son las que tienen curvas”, “las mujeres de verdad son de 90 80 90”, “los hombres de verdad son detallistas” “los hombres de verdad son los que van de malos”… y un largo etcétera.
Estas dos poderosas armas son utilizadas el sistema capitalista para fomentar su única base: el consumo desbocado.
Al capitalismo le interesa una mujer y un hombre inseguros; cuyos valores se basen en su apariencia, que es perfecta solo por lo que posee. Se busca que quieras ser como la chica o el chico de la valla publicitaria, del programa de televisión o de la foto de la revista. Constantemente te bombardean con imágenes de cuerpos perfectos, con medidas imposibles que solo puede conseguir a base de talonario, ropas, joyas, coches… “No lo pienses solo compra”. El sistema crea una necesidad de consumir productos de belleza, ropa de moda, marcas… Todo ello para que formes parte de la sociedad, para que los hombres y las mujeres se fijen en ti y para ser la envidia del resto.
Por otro lado, el sistema busca el conflicto y la competencia, para desviar la atención de lo que realmente importa, tus derechos y tus valores. Ese conflicto consiste en la rivalidad y envidia hacia la mujer o del hombre que tienes al lado, intentando gustar más a otros, gracias a tu imagen, la cual se constituye a través de las cosas materiales que posees. No podemos caer en la rivalidad que el capitalismo busca imponernos, tampoco la rivalidad del hombre con la mujer, los cuales no nos encontramos en bandos contrarios en la exigencia de nuestros derechos, sino juntos.
Juntos podemos crear unos ideales que respeten y fomenten lo que de verdad es una mujer y un hombre libre, con inquietudes sociales, que no necesite el consumo de bienes materiales para mejorar física e intelectualmente.
Otro de los valores propios de la mujer es la maternidad, la cual tampoco es bien vista por la publicidad, donde la mayoría de las madres son mujeres con cuerpos perfectos cuyo amor se demuestra con la compra de tal o cual producto. Y fijaros bien, en mucho peor lugar queda el hombre, el cual ni siquiera aparece en productos para niños, como si su figura no fuera imprescindible y necesaria.
La publicidad no es responsable, la responsabilidad es un valor humano, que no puede acuñarse a cosas materiales. Ante las armas del consumismo desbocado, yo os digo que, sea cual sea tu físico, mejórate día a día, física e intelectualmente.
Tus ideales como mujer o como hombre son tus armas y no están fuera;
ni en una valla publicitaria, ni en una revista o cadena de televisión;
están dentro de ti.
Laura Molay
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