"Tenemos mucho que aprender de esta tierra y de este cielo de Castilla los que vivimos a menudo apartados de ellos.
Esta tierra de Castilla, que es la tierra sin galas ni pormenores; la tierra absoluta, la tierra que no es el color local, ni el río, ni el lindero, ni el altozano. La tierra que no es, ni mucho menos, el agregado de unas cuantas fincas, ni el soporte de unos intereses agrarios para regatearlos en asambleas, si no que es la tierra; la tierra como depositaria de valores eternos, la austeridad en la conducta, el sentido religioso den la vida, el habla y el silencio, la solidaridad entre antepasados y descendientes.
Y sobre esta tierra tan absoluta, el cielo absoluto.
El cielo tan azul, tan sin celajes, tan sin refelejos, verdosos de frondas terrenas, que se dijera que es casi blanco de puro azul. Y así Castilla, con la tierra absoluta y el cielo absoluto mirándose, no ha sabido nunca ser una comarca; ha tenido que aspirar, siempre, a ser Imperio.
Castilla no ha podido entender lo local nunca; Castilla sólo ha podido entender lo universal, y por eso Castilla se niega a sí misma, no se fija en dónde se concluye, tal vez porque no concluye, ni a lo ancho ni a lo alto. Así Castilla, esa tierra esmaltada de nombres maravillosos -Tordesillas, Medina del Campo, Madrigal de las Altas Torres-, esta tierra de chancillería, de ferias y castillos, es decir, de Justicia, Milicia y de Comercio, nos hace entender cómo fué aquella España que no tenemos ya, y nos aprieta el corazón con la nostalgía de su ausencia".
Esta tierra de Castilla, que es la tierra sin galas ni pormenores; la tierra absoluta, la tierra que no es el color local, ni el río, ni el lindero, ni el altozano. La tierra que no es, ni mucho menos, el agregado de unas cuantas fincas, ni el soporte de unos intereses agrarios para regatearlos en asambleas, si no que es la tierra; la tierra como depositaria de valores eternos, la austeridad en la conducta, el sentido religioso den la vida, el habla y el silencio, la solidaridad entre antepasados y descendientes.
Y sobre esta tierra tan absoluta, el cielo absoluto.
El cielo tan azul, tan sin celajes, tan sin refelejos, verdosos de frondas terrenas, que se dijera que es casi blanco de puro azul. Y así Castilla, con la tierra absoluta y el cielo absoluto mirándose, no ha sabido nunca ser una comarca; ha tenido que aspirar, siempre, a ser Imperio.
Castilla no ha podido entender lo local nunca; Castilla sólo ha podido entender lo universal, y por eso Castilla se niega a sí misma, no se fija en dónde se concluye, tal vez porque no concluye, ni a lo ancho ni a lo alto. Así Castilla, esa tierra esmaltada de nombres maravillosos -Tordesillas, Medina del Campo, Madrigal de las Altas Torres-, esta tierra de chancillería, de ferias y castillos, es decir, de Justicia, Milicia y de Comercio, nos hace entender cómo fué aquella España que no tenemos ya, y nos aprieta el corazón con la nostalgía de su ausencia".
JAPR
4 de Marzo de 1934, Valladolid
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