lunes, 27 de mayo de 2013

Colombia Identitaria

El mañana ha de ser abundante en cosecha de profundo ímpetu del pasado, una fuerza creadora y reconocedora de una identidad que transforme, que no se limite para con la esperanza de vernos haciendo patria a diario.
Un estribillo pasional que inflame nuestros corazones, lanzado en lo alto de las montañas; no son más que las notas que se han tocado, que retumban aun abajo, persisten en el ocaso y avivan nuestros espíritus.
Recogeremos el jugo de la caña cortada. No solo como símbolo propio, sino como jugo vital de nuestra entraña. Avanzando siempre hacia la elevación de cada sentido inalienable e inquebrantable para elegir su providencia, uno semejante al otro, de memoria larga que empiece a notarse.
No queremos aferrar nuestra insistencia a un simple delirio. No, ni mucho menos a la simple noción de tiempo (moderno) y espacios (futuro) a los cuales podemos vernos encaminados, nuestros corazones viven con firmeza, desparramándose por todo el Tiempo. Van de aquí a allá sin desgaste, saltando en la Historia tanto en la nuestra como en la de los pueblos. De ahí nuestro verdadero amor renovado hacia ella. El espacio es una suave necesidad que nos aclama gritando a toda hora pero con tamaña sutileza, como una bella mujer, lejana, de esas que pasan inaprensibles, regaladoras de gestos, inspiradoras de versos en el camino.
Se requiere una fuerza real y unas manos lo suficientemente gruesas y hoscas que la trabajen; manos de antaño que socaven la languidez del presente sacudiéndonos a la acción, la acción persistente, y a las aptitudes que hemos de poseer para reconocer y desafiar aquello que nos representa:
Un destino trovero enamorador con versos al aire, corazones bravos ardiendo en acordes de cada canción, un licor que pocos se atreven beber para embriagarse con júbilo, recordar las glorias de aquellos que hasta hoy se siguen haciendo viejos junto a su primer amor.

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