El botijo es un recipiente de barro cocido poroso, diseñado para beber y conservar fresca el agua.
En alfarería se define como vasija de cuerpo esferoide, un asa en su parte superior, y con dos o más orificios. Por lo general se llama boca al más ancho -por el que se llena-, y pitón o pitorro al otro, que produce un fino chorrillo ideal para beber sin demasiado desperdicio. El agua se bebe directamente del botijo haciendo que un chorro de agua
salga por el orificio pequeño y llegue directamente a la boca, sin que
los labios de la persona toquen el botijo.
Tras llenar el botijo de agua, el recipiente se deja a la intemperie. La
porosidad de la cerámica permite la evaporación del agua, lo que
resulta en una disminución de la temperatura en el interior del botijo.
El principio de funcionamiento del botijo es el siguiente: el agua almacenada se filtra por los poros de la arcilla y en contacto con el ambiente seco exterior (característica del clima mediterráneo) se evapora, produciendo un enfriamiento. La clave del enfriamiento está, por lo tanto, en la evaporación del agua exudada, ya que ésta, para evaporarse, extrae parte de la energía térmica del agua almacenada dentro del botijo.
En algunas regiones, antes de usarlo por primera vez, se cura dejándolo durante un par de días lleno de agua y con un poco de anís. En zonas de litoral, para curar el barro se introducen algunos cantos marinos, se dejan en agua unos días y se enjuaga bien para que no quede regusto a sal.
El botijo es un objeto típico de la cultura española, tan habitual en Castilla, Aragón y el tercio sur de la península, como en las zonas más húmedas del norte o el territorio insular.
El ejemplar más antiguo aparecido en la Península Ibérica pertenece a la cultura argárica y fue hallado en la necrópolis de Puntarrón Chico (Beniaján), cercana a la capital de la región murciana, en cuyo museo arqueológico se conserva.
Los botijos eran una forma popular y barata de enfriar agua sin electricidad. Hoy en día la mayor parte de los botijos son vendidos por su valor artístico, y no su utilidad práctica. De hecho, las cerámicas y esmaltes de la mayoría de los botijos vendidos en la actualidad no permiten la evaporación del agua dentro del botijo.
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