Aunque pueda parecer frustrante, la situación
actual es cómoda: vivir ahora nuestras ideas no exige más que una parte
pequeña de nuestro tiempo libre, de nuestros medios y de nuestras
preocupaciones. Las organizaciones existentes garantizan continuas
posibilidades de ocio y viajes; nuestras editoriales siguen vendiéndonos
nuestros libros y nuestros souvenirs; y nuestras inquietudes políticas
pueden desahogarse en el eterno ciclo de grupos críticos que se hacen y
se deshacen sin interrupción en los últimos años, entre la ilusión
siempre negada de un retorno a la política real y el recuerdo nunca
olvidado de la lucha armada. Participar de nuestra visión del mundo no
obliga hoy a un determinado estilo, y ni siquiera a la defensa pública
de determinados valores morales, sociales, políticos y culturales. La
difusión de esos valores y de nuestra lucha en la sociedad que nos
ignora, por otro lado, no representa ningún problema, ya que ni siquiera
se plantea más que una relativa nostalgia histórica o un malestar
coyuntural.
Podemos renunciar a la comodidad. Podemos apartar nuestro individualismo personal y grupuscular, buscando un consenso amplio entre quienes compartan nuestra visión del mundo, sin exclusiones. Podemos aplicar los recursos así liberados a la vertebración de grupos realmente militantes, que no se limiten a actividades partisanas. Podemos reconocer sinceramente que desde 1945 no hemos participado realmente en la vida pública, y que sólo podremos hacerlo con los medios que tenemos aquí y ahora. Podemos admitir la idea de una lucha que no sólo sea política (sino que se extienda a todos los aspectos de la vida) y que no sea sólo hacia el exterior (sino que comience por la formación colectiva de los militantes).
Sería incómodo. Podríamos fracasar. Podemos seguir encerrados en el magnífico castillo de nuestros sueños, y recrearnos en la crítica aristocrática de un mundo corrupto y decadente, en el cual, por supuesto, lo más corrupto y decadente son los grupos más cercanos. Pero, si lo hiciésemos, ¿podríamos seguirnos llamando fascistas?
Italia 1966
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