Basada en la experiencia personal del autor, esta novela relata la
extraordinaria historia de los urcas, una insólita comunidad de bandidos
siberianos que tienen el dudoso honor de ser los únicos oponentes a
Stalin que fueron deportados desde Siberia en lugar de hacia Siberia,
destino de miles de víctimas del régimen soviético. Recibida con efusivo
entusiasmo por Roberto Saviano, la primera edición se agotó en pocas
horas y desde entonces se ha convertido en uno de los libros del año en
Italia.
Los urcas fueron expulsados por el dictador ruso a la Transnistria, una larga franja entre Moldavia y Ucrania, aún hoy una tierra de nadie —en 1990 declaró su independencia, pero ningún estado la reconoce—, asolada por la corrupción, el crimen organizado y el contrabando. Una comunidad que ha conseguido sobrevivir oponiéndose, utilizando incluso la violencia, a la opresión del régimen comunista que les definía como “criminales”.
Y precisamente allí nació y se crió Nikolái Lilin, en el seno de una gran familia que se enorgullece de no reconocer otra autoridad que la de sus ancianos, obligando a sus miembros a respetar un estricto código de conducta que les permite definirse a sí mismos como «criminales honestos». Con un profundo sentido de libertad y justicia, y exaltando valores como la lealtad, la humildad y la generosidad, los urcas no sólo prohíben las drogas, la violación y el desprecio hacia los débiles, sino que incluso castigan estos delitos con la muerte. Y como símbolo tangible de una ética tan peculiar, los tatuajes se presentan como un libro misterioso cuyas páginas custodian un lenguaje que nunca debe pronunciarse.
Después de un durísimo servicio militar en el ejército ruso, concretamente en Chechenia, Nicolai decidió cambiar de vida. En 2003, abandonó Rusia por Italia, donde vivía su madre. Hace unos años ha abierto una pequeña tienda de tatuajes y mantiene la antiquísima tradición del tatuaje siberiano, caracterizado por sus costumbres rígidas y códigos complejos.
Apasionante y desgarradora, pero no exenta de sentido del humor, Educación siberiana es una gran epopeya personal relatada con una voz enormemente cercana y cautivadora.
Los urcas fueron expulsados por el dictador ruso a la Transnistria, una larga franja entre Moldavia y Ucrania, aún hoy una tierra de nadie —en 1990 declaró su independencia, pero ningún estado la reconoce—, asolada por la corrupción, el crimen organizado y el contrabando. Una comunidad que ha conseguido sobrevivir oponiéndose, utilizando incluso la violencia, a la opresión del régimen comunista que les definía como “criminales”.
Y precisamente allí nació y se crió Nikolái Lilin, en el seno de una gran familia que se enorgullece de no reconocer otra autoridad que la de sus ancianos, obligando a sus miembros a respetar un estricto código de conducta que les permite definirse a sí mismos como «criminales honestos». Con un profundo sentido de libertad y justicia, y exaltando valores como la lealtad, la humildad y la generosidad, los urcas no sólo prohíben las drogas, la violación y el desprecio hacia los débiles, sino que incluso castigan estos delitos con la muerte. Y como símbolo tangible de una ética tan peculiar, los tatuajes se presentan como un libro misterioso cuyas páginas custodian un lenguaje que nunca debe pronunciarse.
Después de un durísimo servicio militar en el ejército ruso, concretamente en Chechenia, Nicolai decidió cambiar de vida. En 2003, abandonó Rusia por Italia, donde vivía su madre. Hace unos años ha abierto una pequeña tienda de tatuajes y mantiene la antiquísima tradición del tatuaje siberiano, caracterizado por sus costumbres rígidas y códigos complejos.
Apasionante y desgarradora, pero no exenta de sentido del humor, Educación siberiana es una gran epopeya personal relatada con una voz enormemente cercana y cautivadora.
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