Nada dignifica más a un pueblo que alzarse para evitar la destrucción o la conquista de su patria. Hoy recordamos uno de esos capítulos de nuestra historia que permanece inmaculado en el imaginario colectivo de los españoles. Un día como hoy de 1808 un puñado de españoles hizo frente a las tropas de ocupación napoleónicas, su artillería y Mamelucos.
Aquel conjunto de hombres armados de valor, indignación, navajas, macetas, herramientas de trabajo y honor supo estar a la altura de la historia y vencer lo que parecía inexorable, ahora nos esperan demandas similares. Ellos vieron en Fontainebleau la traición de unas clases dirigentes pasivas ante los abusos imperiales, nosotros tenemos en el capital financiero a nuestro Napoleón cuyo interés es el dominio y la explotación de los españoles.
Los Héroes del 2 de Mayo se negaron a ver desaparecer su tierra en manos invasoras, también ahora corre riesgo de desaparecer ese tesoro colectivo forjado a golpe de voluntad de todos los pueblos españoles. Pero aquellos hombres no dudaron y aparcaron sus diferencias ideológicas, de clase o interés, incluso los “afrancesados” se vieron fascinados por el vigor de un pueblo alzado y huérfano, y es que aquellos rebeldes sabían que un hombre puede equivocarse de ideas pero jamás de patria, sabían que su bando no lo constituía un lugar ideológico sino un sentimiento vivo y puro de amor incondicional a la tierra de sus padres.
Así pues el alzamiento dependió de un razonamiento muy sencillo, a un lado se posicionaron los que amaban las Españas frente a los que deseaban oprimirla o destruirla. Ante el alzamiento las autoridades permanecieron impasibles y sólo el Parque de Artillería de Monteleón se sumó al clamor popular. La pasividad de las autoridades de aquellos momentos permanece en la actualidad, no hay liderazgo de las clases populares, que aman incondicionalmente a su patria, en unos momentos en los que España se pone en duda desde dentro.
Estos son como aquellos, tiempos heroicos, tiempos míticos, tiempos que serán cantados por un Homero de nuestro siglo, por otro Galdós e inmortalizados por un nuevo Goya. Tiempos que escriban en renglones firmes la voluntad de un puñado de hombres que quemando las naves de la cobardía y la indecisión dan un paso vivificador para su tierra. Una tierra que se muestra, en su apertura, como obra de arte labrada generación tras generación en el mármol de los tiempos.
También, pensemos a lo grande, esta España dará un Daoíz y un Velarde, hará posible la comunión heroica que atraviesa las edades.
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