Todavía recuerdo aquella tarde en la que entre por primera vez en
contacto con Ramiro de Maeztu. Hacia otra España, regalo de un familiar,
llego a mis manos como podría haber llegado cualquier otra obra de
cualquier otro autor. Hoy, día de festejos en la Villa y Corte del
Reino, en mi estantería he vuelto a encontrar aquel libro que la
impredecible Fortuna tuvo a bien poner en mis manos.
Ramiro de Maeztu fue un escritor, periodista y diplomático español,
miembro de la Generación del 98. Nacido en Vitoria, de él es bien
conocida su vida, las desgracias que desde su más tierna infancia le
asaltaron (quedo huérfano de padre siendo jóven y su familia se
arruinó), y su obra. Sin embargo poco se comentan las circunstancias que
rodean a su muerte, circunstancias que en los libros de texto no se
suelen nombrar.
Al inicio de la Guerra Civil, Ramiro, traidor para la izquierda, fue
detenido. Su falta, grave donde las haya, no fue sino recordarnos una
vez más el significado del término Hispanidad, perfectamente ilustrado
con aquel: “España se salvará con todos sus hermanos o perecería con
ellos”.
Fue en la prisión de Ventas, donde compartió celda con otro
Ramiro, de apellido Ledesma Ramos, y juntos, también compartieron su
trágico destino. El 29 de Octubre de 1936, ambos fueron fusilados en
Aravaca. Sin embargo, antes de morir, nos regaló una última perla de su
sabiduría. Dirigiéndose al pelotón de fusilamiento, les dijo:
“Vosotros no sabéis por que me matáis, pero yo si por lo que muero: porque vuestros hijos sean mejores que vosotros”
Y aquí seguimos, casi 80 años después, y ni los hijos, ni los nietos,
hemos sabido ser mejores que nuestros antepasados. La prueba, que
grandes hombres como él hayan caído en el olvido. Sus palabras no
interesan, no interesa enseñar que hubo mentes brillantes, grandes
intelectuales de ambos bandos que perecieron bajo la ignorancia de unos
pocos. Interesa más dividir, adoctrinar, politizar, interesa enfrentar,
interesa crear buenos y malos.
Desde aquí, este donde este, sólo puedo agradecerle ese último
regalo, entre muchos otros, que nos hizo a los que tanto tiempo después
moramos en esa Hispania, cada día más alejada de lo que él deseaba para
nosotros. Espero que allá donde haya ido, las cosas estén mejor,
maestro.
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