martes, 30 de abril de 2013
lunes, 29 de abril de 2013
Citas Célebres
"La piel, nuestra piel, esta maldita piel. Usted no puede ni imaginarse de qué es capaz un hombre, de qué heroicidades y de qué infamias es capaz con tal de salvar la piel. Ésta, esta piel asquerosa. Antes soportábamos el hambre, la tortura, los martirios más terribles, matábamos y moríamos, sufríamos y hacíamos sufrir para salvar el alma, para salvar nuestra alma y la de los demás. Hoy en día sufrimos y hacemos sufrir, matamos y morimos, realizamos hazañas maravillosas y actos horrendos no ya para salvar el alma, sino para salvar la piel. ¡Nos convertimos en héroes por algo bien mezquino!"
Curzio Malaparte
"La Piel"
Piensa globalmente, actúa localmente
La expresión urge a la población a tener en cuenta la salud del planeta
en su conjunto y a realizar acciones pequeñas en sus propias
comunidades. Mucho antes de que las leyes ambientales comenzaran a
aparecer, existían muchos individuos unidos para proteger los hábitats y
los organismos que dependen de ellos. Estos esfuerzos se conocen como
esfuerzos de base o de raíz y ocurren a nivel local y de forma
voluntaria.
Te quieren pobre, sumiso… y callado
El Banco de España ha descubierto la pócima mágica para salir de la
crisis: bajar los salarios. Dicha sugerencia, como era de esperar, ha
encontrado pronto eco en la CEOE, cuyo presidente Rossel ha asegurado
que la medida contribuiría a recuperar la confianza del país.
Pero conviene matizar ¿de qué confianza habla y a qué país alude
Rossel? ¿A la España trabajadora y contribuyente que no ha dejado de
perder derechos en los últimos años, y que sobrevive como buenamente
puede? ¿O a esa otra España, de naturaleza parasitaria que, superpoblada
de políticos, sindicalistas y patrones, gracias a los impuestos que
paga la primera sigue conservando todos los privilegios adquiridos?
Para muchos, la cosa no tiene vuelta de hoja: son los de siempre
diciendo lo de siempre. Y puede que no les falte razón. Hace quince años
cuando España iba bien, ya Aznar recomendaba moderar los salarios para
seguir mejorando. A tal punto se siguieron sus directrices que en 2005,
esto es, antes de que la crisis irrumpiera en nuestro país, el 58% de
los asalariados cobraba menos de 1.100 euros al mes.
Si tal propuesta resultaba válida en época de vacas gordas, era de
esperar que lo fuera también en la de las flacas. Y así fue. De acuerdo
con los datos facilitados por el INE, el salario más común ronda hoy los
941 €, es decir, por debajo de la pensión media de jubilación, situada
en 951 €. Solo Grecia y Portugal están peor que nosotros.
Teniendo en cuenta que a la reducción masiva de salarios se le suma
un incremento, casi confiscatorio, de los impuestos directos e
indirectos, y que las facturas domésticas no han dejado de subir, en
algunos casos hasta niveles escandalosos, es normal, que el desahucio se
haya convertido en el pan nuestro de cada día.
En un contexto tan extremo no parece posible que la goma pueda
estirarse mucho más, en cuyo caso cabe preguntarse por qué las clases
dirigentes insisten; lo razonable sería suponer que en un momento dado
terminará por romperse. ¿Qué sucederá entonces?
Nada en absoluto. Soy poco dado a teorías conspiratorias, pero me
temo que quienes manejan los hilos son plenamente conscientes de esta
realidad. No en vano, son ellos quienes la han generado. En apenas
cuatro décadas, España ha pasado de ser un país donde producción y
turismo convivían en armonía, a ser el referente del sector servicios en
Europa, con la consiguiente precariedad laboral; de no tener
inmigración, a ser nación europea que mayor número de inmigrantes ha
absorbido en los últimos tres lustros, con el natural descenso salarial;
había que romper los lazos sociales e identitarios que daban cohesión a
la sociedad, y la casta los rompió, alentando un individualismo extremo
merced al pensamiento único progresista al que dieron alas una
izquierda ferozmente extremista y una derecha aggiornada que,
renunciando a la batalla de las ideas, desahució sus referentes
ideológicos. Desaparecido el modelo comunitario todo resultaba más
fácil. Aunque aún se hacía preciso inocular las mentes. Y lo
consiguieron a través de un sistema educativo únicamente eficaz a la
hora de penalizar la libertad de pensamiento, encorsetando así la
libertad de expresión.
Hoy, gracias a esta ingente labor de ingeniería social, los españoles
somos más débiles, más pobres y más sumisos, esto es, el sueño de toda
tiranía. Sin embargo, no les basta. Quieren más. O nos resignamos, o
despertamos. Poco más.
Oscar Rivas
Sobre violaciones y fascistas
Si algo desvirtúa y ahueca las palabras, vaciándolas de
significado, es la estupidez de quienes abusan de ellas. Me refiero a
ésos que entran a saco en el diccionario -que encima no consultan jamás-
y, con la ausencia de complejos del analfabeto o el capullo en flor,
machacan un término al que convierten en perejil de todas las salsas,
retorciendo su sentido original hasta que no puede reconocerlo ni la
madre que lo parió. Y al cabo, cuando la gente seria necesita esa
palabra para usarla en su sentido exacto, se encuentra con que la
infeliz comparece tan ajada y maltrecha que no sirve para nada. Los que
cada día trabajamos dándole a la tecla, eso lo notamos mucho. Como
también lo aprecia cualquiera que tenga sentido común y se fije. Puesto
en verso, es lo que le ocurre al pobre Luis Mejías con doña Ana de
Pantoja, en el Tenorio, cuando dice aquello de: «Don Juan, yo la amaba, sí. / Mas con lo que hais osado / imposible la hais dejado / para vos y para mí».
Un ejemplo, entre muchos, es la palabra fascista; que, de aludir al movimiento nacionalista surgido en Italia después de la Primera Guerra Mundial, con su encarnación hispana en el falangismo y otras tendencias hermanas, pasó a definir durante la Guerra Civil, en boca de la izquierda radical, al bando nacional e incluso a los republicanos moderados. Heredada por el franquismo, la palabra fue patrimonio de la ultraderecha durante la Transición, antes de verse felizmente olvidada durante veinte años. Pero en los últimos tiempos ha vuelto a ponerse de moda. La necesidad, a falta de coherencia ideológica propia, de poner etiquetas al adversario, hace que ahora se aplique a cualquier persona o situación que se aparte, no ya de una posición de izquierda, sino de lo social y políticamente correcto, e incluso de la más fresca tontería de moda. Así, alguien que se peine con fijador o vista con corrección puede ser calificado de fascista, igual que el aficionado a los toros, quien enciende un cigarrillo o el que ejerce violencia doméstica. Todo se presenta en el mismo paquete, el de fascistas o fachas, como si fuera improbable que alguien de izquierdas se peine con raya, fume, le guste ir a los toros o le pegue a una mujer. Por supuesto, quien más jugo saca al término es la clase política: ni los del Pepé de Murcia se cortaron llamando fascistas -en vez de animales miserables y cobardes, que es lo adecuado- a quienes apalearon hace unos días a su consejero de Cultura, ni un consejero de la junta andaluza llamado Pizarro se privó de llamar fascistas a los funcionarios, algunos afiliados a su mismo partido, o votantes de él, que boicotean los actos del Pesoe.
La cosa no se limita a España, claro. Con los tiempos que corren y los que van a correr, la tontería es internacional. Pensaba en eso leyendo las manifestaciones de unas ecologistas inglesas que aseguraban «sentirse violadas» porque el compañero de lucha con el que se dieron muchos, repetidos y voluntarios homenajes carnales, resultó ser un policía infiltrado. Y claro. La diferencia entre irse a la cama con un ecologista o con un policía es que el txakurra te viola. Tú puede que no te percates; pero él, en su fuero interno, sabe que te viola. El fascista. Frente a eso, ya me dirán ustedes qué palabra reservamos al violador de verdad; al que fuerza sexualmente a una mujer -o a un hombre, que siempre olvidamos ese detalle- abusando de su vigor físico, de la amenaza, del estatus económico o social. Al auténtico hijo de puta de toda la vida. Pues, si de violar en serio hablamos, les aseguro que ni idea tienen ciertos gilipollas y ciertas gilipollos. Pregúntenle a Márquez y a los colegas con los que andábamos por los Balcanes qué es violar de verdad, y a lo mejor los pillan relajados y se lo cuentan. Mujeres entre los escombros de sus casas, degolladas después de pasarles por encima docenas de serbios o croatas. Hoteles llenos de jóvenes apresadas para disfrute de la tropa, a las que se pegaba un tiro cuando quedaban preñadas. O aquella ciudad de Eritrea, abril de 1977, cuando un jovencísimo reportero que ustedes conocen tuvo el amargo privilegio de asistir, impotente, a la caza de cuanta mujer de nacionalidad etíope quedaba a mano. Igual un día les cuento con detalle cómo gritan, primero, y luego, al quinto o sexto golpe, se callan y aguantan resignadas, gimiendo como animales. Supongo que para individuas como Pilar Rahola, María Antonia Iglesias y otras joyas de la telemierda, que tras vivir de la política viven ahora de la demagogia pseudofeminista imbécil, el arriba firmante tendría que haber evitado aquello: persuadir a mil quinientos tíos con escopetas de que lo que hacían estaba feo. Seguro que las antedichas y otros cantamañanas de ambos sexos lo habrían evitado, con dos cojones. Interponiéndose. Así que seguramente me llamarán violador pasivo, por defecto.
Y fascista.
Un ejemplo, entre muchos, es la palabra fascista; que, de aludir al movimiento nacionalista surgido en Italia después de la Primera Guerra Mundial, con su encarnación hispana en el falangismo y otras tendencias hermanas, pasó a definir durante la Guerra Civil, en boca de la izquierda radical, al bando nacional e incluso a los republicanos moderados. Heredada por el franquismo, la palabra fue patrimonio de la ultraderecha durante la Transición, antes de verse felizmente olvidada durante veinte años. Pero en los últimos tiempos ha vuelto a ponerse de moda. La necesidad, a falta de coherencia ideológica propia, de poner etiquetas al adversario, hace que ahora se aplique a cualquier persona o situación que se aparte, no ya de una posición de izquierda, sino de lo social y políticamente correcto, e incluso de la más fresca tontería de moda. Así, alguien que se peine con fijador o vista con corrección puede ser calificado de fascista, igual que el aficionado a los toros, quien enciende un cigarrillo o el que ejerce violencia doméstica. Todo se presenta en el mismo paquete, el de fascistas o fachas, como si fuera improbable que alguien de izquierdas se peine con raya, fume, le guste ir a los toros o le pegue a una mujer. Por supuesto, quien más jugo saca al término es la clase política: ni los del Pepé de Murcia se cortaron llamando fascistas -en vez de animales miserables y cobardes, que es lo adecuado- a quienes apalearon hace unos días a su consejero de Cultura, ni un consejero de la junta andaluza llamado Pizarro se privó de llamar fascistas a los funcionarios, algunos afiliados a su mismo partido, o votantes de él, que boicotean los actos del Pesoe.
La cosa no se limita a España, claro. Con los tiempos que corren y los que van a correr, la tontería es internacional. Pensaba en eso leyendo las manifestaciones de unas ecologistas inglesas que aseguraban «sentirse violadas» porque el compañero de lucha con el que se dieron muchos, repetidos y voluntarios homenajes carnales, resultó ser un policía infiltrado. Y claro. La diferencia entre irse a la cama con un ecologista o con un policía es que el txakurra te viola. Tú puede que no te percates; pero él, en su fuero interno, sabe que te viola. El fascista. Frente a eso, ya me dirán ustedes qué palabra reservamos al violador de verdad; al que fuerza sexualmente a una mujer -o a un hombre, que siempre olvidamos ese detalle- abusando de su vigor físico, de la amenaza, del estatus económico o social. Al auténtico hijo de puta de toda la vida. Pues, si de violar en serio hablamos, les aseguro que ni idea tienen ciertos gilipollas y ciertas gilipollos. Pregúntenle a Márquez y a los colegas con los que andábamos por los Balcanes qué es violar de verdad, y a lo mejor los pillan relajados y se lo cuentan. Mujeres entre los escombros de sus casas, degolladas después de pasarles por encima docenas de serbios o croatas. Hoteles llenos de jóvenes apresadas para disfrute de la tropa, a las que se pegaba un tiro cuando quedaban preñadas. O aquella ciudad de Eritrea, abril de 1977, cuando un jovencísimo reportero que ustedes conocen tuvo el amargo privilegio de asistir, impotente, a la caza de cuanta mujer de nacionalidad etíope quedaba a mano. Igual un día les cuento con detalle cómo gritan, primero, y luego, al quinto o sexto golpe, se callan y aguantan resignadas, gimiendo como animales. Supongo que para individuas como Pilar Rahola, María Antonia Iglesias y otras joyas de la telemierda, que tras vivir de la política viven ahora de la demagogia pseudofeminista imbécil, el arriba firmante tendría que haber evitado aquello: persuadir a mil quinientos tíos con escopetas de que lo que hacían estaba feo. Seguro que las antedichas y otros cantamañanas de ambos sexos lo habrían evitado, con dos cojones. Interponiéndose. Así que seguramente me llamarán violador pasivo, por defecto.
Y fascista.
Arturo Pérez Reverte
Sergio Vive
Sergio Ramelli nació en Milán el 8 de julio de
1956 y fue asesinado el 29 de abril de 1975 en la misma ciudad. Fue un
joven lider y militante del Fronte della Gioventú, organización
juvenil ligada al MSI. Fue brutalmente asesinado a golpes de llave
inglesa a los 18 años de edad por miembros de la ultraizquierda que
cobardemente le esperaban agazapados a la puerta de su casa.
Tu recuerdo sigue vivo Sergio, y en las filas que continúan tu lucha se seguirá gritando por tí: ¡¡PRESENTE!!
Tu recuerdo sigue vivo Sergio, y en las filas que continúan tu lucha se seguirá gritando por tí: ¡¡PRESENTE!!
Conducta moral
"La conmiseración con los animales está íntimamente
ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar
seguro que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona.
Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura
de la conducta moral".
Arthur Schopenhauer
domingo, 28 de abril de 2013
sábado, 27 de abril de 2013
viernes, 26 de abril de 2013
Tradición
"Tradición: para una estirpe dotada de la voluntad de volver a situar el
énfasis en el ámbito de la sangre, es palabra fiera y bella. Que la
persona singular no viva simplemente en el espacio. Que sea, por el
contrario, parte de una comunidad por la cual debe vivir y, dada la
ocasión, sacrificarse; esta es una convicción que cada hombre con
sentimiento de responsabilidad posee, y que propugna a su manera
particular con sus medios particulares. La persona singular no se halla,
sin embargo, ligada a una superior comunidad únicamente en el espacio,
sino, de una forma más significativa aunque invisible, también en el
tiempo. La sangre de los padres late fundida con la suya, él vive dentro
de reinos y vínculos que ellos han creado, custodiado y defendido.
Crear, custodiar y defender: esta es la obra que él recoge de las manos
de aquellos en las propias, y que debe transmitir con dignidad. El
hombre del presente representa el ardiente punto de apoyo interpuesto
entre el hombre pasado y el hombre futuro. La vida relampaguea como el
destello encendido que corre a lo largo de la mecha que ata, unidas, a
las generaciones… las quemas, ciertamente, pero las mantiene atadas
entre sí, del principio al fin. Pronto, también el hombre presente será
igualmente un hombre pasado, pero para conferirle calma y seguridad
permanecerá el pensamiento de que sus acciones y gestos no desaparecerán
con él, sino que constituirán el terreno sobre el cual los venideros,
los herederos, se refugiarán con sus armas y con sus instrumentos.
Esto transforma una acción en un gesto
histórico que nunca puede ser absoluto ni completo como fin en sí mismo,
y que, por el contrario, se encuentra siempre articulado en medio de un
complejo dotado de sentido y orientación por los actos de los
predecesores y apuntando al enigmático reino de aquellos de allá que aún
están por venir. Oscuros son los dos lados,
y se encuentran más acá y más allá de la acción; sus raíces desaparecen
en la penumbra del pasado, sus frutos caen en la tierra de los
herederos… la cual no podrá nunca vislumbrar quien actúa, y que es
todavía nutrida y determinada por estas dos vertientes en las cuales
justamente se fundan su esplendor sin tiempo y su suprema fortuna. Es
esto lo que distingue al héroe y al guerrero respecto al lansquenete y
aventurero: y es el hecho de que el héroe extrae la propia fuerza de
reservas más altas que aquéllas que son meramente personales, y que la
llama ardiente de su acción no corresponde al relámpago ebrio de un
instante, sino al fuego centelleante que funde el futuro con el pasado.
En la grandeza del aventurero hay algo de carnal, una irrupción salvaje,
y en verdad no privada de belleza, en paisajes variopintos… pero en el
héroe se cumple aquello que es fatalmente necesario, fatalmente
condicionado: él es el hombre auténticamente moral, y su significado no
reposa en él mismo únicamente, ni sólo en su día de hoy, sino que es
para todos y para todo tiempo.
Cualquiera que sea el campo de batalla o
la posición perdida sobre la que se halle, allí donde se conserva un
pasado y se debe combatir por un futuro, no hay acción que esté perdida.
La persona singular, ciertamente, puede andar perdida, pero su destino,
su fortuna y su realización valen en verdad como el ocaso que favorece
un objetivo más elevado y más vasto. El hombre privado de vínculos
muere, y su obra muere con él, porque la proporción de esa obra era
medida sólo respecto a él mismo. El héroe conoce su ocaso, pero su ocaso
semeja a aquel rojo sangre del sol que promete una mañana más nueva y
más bella. Así debemos recordar también la Gran Guerra: como un
crepúsculo ardiente cuyos colores ya determinan un alba suntuosa. Así
debemos pensar en nuestros amigos caídos y ver en su ocaso la señal de
la realización, el asentimiento más duro dirigido a la propia vida. Y
debemos arrojar lejos, con un inmundo desprecio, el juicio de los
tenderos, de aquellos que sostienen cómo “todo esto ha sido
absolutamente inútil”, si queremos encontrar nuestra fortuna viviendo en
el espacio del destino y fluyendo en la corriente misteriosa de la
sangre, si queremos actuar en un paisaje dotado de sentido y de
significado, y no vegetar en el tiempo y en el espacio donde, naciendo,
hayamos llegado por casualidad.
No: ¡nuestro nacimiento no debe ser una
casualidad para nosotros! Ese nacimiento es el acto que nos radica en
nuestro reino terrestre, el cual, con millares de vínculos simbólicos,
determina nuestro puesto en el mundo. Con él nos convertimos en miembros
de una nación, en medio de una comunidad estrecha de ligámenes nativos.
Y de aquí que vayamos después al encuentro de la vida, partiendo de un
punto sólido, pero prosiguiendo un movimiento que ha tenido inicio mucho
antes que nosotros y que mucho después de nosotros hallará su fin.
Nosotros recorremos sólo un fragmento de esta avenida gigantesca; sobre
este tramo, sin embargo, no debemos transportar sólo una herencia
entera, sino estar a la altura de todas las exigencias del tiempo.
Y ahora, ciertas mentes abyectas,
devastadas por la inmundicia de nuestras ciudades, surgen para decir que
nuestro nacimiento es un juego del azar, y que “habríamos podido nacer,
perfectamente, franceses lo mismo que alemanes”. Cierto, este argumento
vale precisamente para quienes lo piensan así. Ellos son hombres de la
casualidad y del azar. Les es extraña la fortuna que reside en el
sentirse nacido por necesidad en el interior de un gran destino, y de
advertir las tensiones y luchas de un tal destino como propias, y con
ellas crecer o incluso perecer. Esas mentalidades siempre surgen cuando
la suerte adversa pesa sobre una comunidad sancionada por los vínculos
del crecimiento, y esto es típico de ellas. (Se reclama aquí la atención
sobre la reciente y bastante apropiada inclinación del intelecto a
insinuarse parasitariamente y nocivamente en la comunidad de sangre, y a
falsear en ella la esencia según el raciocinio… es decir, a través del
concepto, a primera vista correcto, de “comunidad de destino”. De la
comunidad de destino, sin embargo, formaría parte también el negro que,
sorprendido en Alemania al inicio de la guerra, fue envuelto en nuestro
camino de sufrimiento, en las tarjetas del pan racionado. Una “comunidad
de destino”, en este sentido, se halla constituida por pasajeros de un
barco de vapor que se hunde, muy diversamente de la comunidad de sangre:
formada ésta por hombres de una nave de guerra que desciende hasta el
fondo con la bandera ondeando).
El hombre nacional atribuye valor al
hecho de haber nacido entre confines bien definidos: en esto él ve,
antes que nada, una razón de orgullo. Cuando acaece que él traspase
aquellos confines, no sucede nunca que él fluya sin forma más allá de
ellos, sino en modo tal de alargar con ello la extensión en el futuro y
en el pasado. Su fuerza reside en el hecho de poseer una dirección, y
por tanto una seguridad instintiva, una orientación de fondo que le es
conferida en dote conjuntamente con la sangre, y que no precisa de las
linternas mudables y vacilantes de conceptos complicados. Así la vida
crece en una más grande unidad, y así deviene ella misma unidad, pues
cada uno de sus instantes reingresa en una conexión dotada de sentido.
Netamente definido por sus confines, por
ríos sagrados, por fértiles pendientes, por vastos mares: tal es el
mundo en el cual la vida de una estirpe nacional se imprime en el
espacio. Fundada en una tradición y orientada hacia un futuro lejano:
así se imprime ella en el tiempo. ¡Ay de aquél que cercena las propias
raíces!… éste se convertirá en un hombre inútil y un parásito. Negar el
pasado significa también renegar del futuro y desaparecer entre las
oleadas fugitivas del presente.
Para el hombre nacional, en cambio,
subsiste un peligro por otro lado grande: aquél de olvidarse del futuro.
Poseer una tradición comporta el deber de vivir la tradición. La nación
no es una casa en la cual cada generación, como si fuese un nuevo
estrato de corales, deba añadir tan sólo un plano más, o donde, en medio
de un espacio predispuesto de una vez por todas, no sirva otra cosa que
continuar existiendo mal o bien. Un castillo, un palacio burgués, se
dirán construidos de una vez y para siempre. Pronto, sin embargo, una
nueva generación, empujada por nuevas necesidades, ve la obligación de
aportar importantes cambios. O por otro lado la construcción puede
acabar ardiendo en un incendio, o terminar destruida, y entonces un
edificio renovado y transformado viene a ser construido sobre los
antiguos cimientos. Cambia la fachada, cada piedra es sustituida, y
todavía, ligada a la estirpe como se encuentra, perdura un sentido del
todo particular: la misma realidad que fue en un principio. ¿Tal vez
puede decirse que incluso tan sólo durante el Renacimiento o en la edad
barroca ha existido una construcción perfecta? ¿Acaso es que entonces se
detiene un lenguaje de formas válido para todos los tiempos? No, pero
aquello que ha existido entonces, permanece de algún modo oculto en lo
que existe hoy. Y hoy en día, ello es quizás audazmente articulado como
expresión de un sentir en las valoraciones de las supremas energías
productivas, aun cuando a pesar de todo tal expresión es pensable
únicamente sobre el terreno estratificado de la tradición. En cada
línea, en cada unidad de medida, vibra secretamente eso que ha sido, y
todavía esto es el presente y determina el rostro del conjunto, tanto
como para elevarnos y arrastrarnos en el sentimiento que así se expresa:
he ahí aquello que somos, ¡he ahí aquello que somos nosotros mismos! Y
así debe ser. Así también, la sangre de la persona singular está
mezclada por millares de corrientes de sangre misteriosa, a pesar de que
esa persona singular no es por esto la suma de sus predecesores, no es
sólo el portador de su voluntad y de la calidad de aquellos, sino que,
según una neta y bien definida peculiaridad, él es también él mismo. E
igualmente, este es el caso para quien contempla la forma que abrazan la
nación y el Estado. Ayer teníamos un imperio, hoy tenemos una
república… mañana tendremos acaso de nuevo un imperio, y pasado mañana
una dictadura. Cada una de estas figuras guarda, como invisible heredad,
más o menos oculta en la profundidad de su lenguaje de formas, el
contenido de aquello que es pasado; cada una de ellas tiene en cambio el
deber de ser en todo y por todo ella misma, porque sólo así será
alcanzada la plena valoración de la fuerza.
Esto vale también en estos momentos, para
cada uno de nosotros. Ser herederos no significa ser epígonos. Y vivir
en una tradición no quiere decir limitarse a aquella tradición. Heredar
una casa comporta el deber de administrarla, y no ciertamente el de
hacer de ella un museo. Se conservará así el consejo de los ancestros:
“El reino deberá permanecer para nosotros”,
dijo Lutero depositando la piedra para edificar una iglesia; él sabía
bien que un reino y un edificio, una fuerza y su expresión temporal, no
son la misma cosa. “En verdad, el reino deberá permanecer para
nosotros”, y esto vale también para cuanto nos ocupa, y una semejante
voluntad de lo esencial se refiere también a nuestra real tradición: con
la cual podemos contar bajo el techo de una república con la misma
seguridad con la que puede acomodarse bajo un imperio. Aquello que de
verdad importa es que la gran corriente de sangre se sirva de cada medio
y de cada dispositivo ofrecido por el tiempo. Si un enfrentamiento se
consuma con los medios de una república o con aquellos del directorio,
en cada caso uno sólo y el mismo será el resultado, siempre que se
alcance un tal resultado. En la época del arma blanca se debía vencer
con la espada… en el tiempo de las máquinas, con las ametralladoras, los
tanques, los enjambres de bombas y los asaltos con gas. En una época
patriarcal, un ejército debía tener fe en la lucha por el propio
soberano y señor… en el tiempo de las masas puede uno ilusionarse con
afrontar la muerte en nombre de cualquier progreso de naturaleza civil o
económica. Las propias ideas, la propia fe y moralidad aparecerán
cambiantes según la iluminación de los reflejos de las épocas.
Precisamente así: cambiantes deberán ser, y esto no dependerá, por
cierto, de las propias visiones particulares, de las preguntas
singulares o de objetivos contingentes… dependerá del hecho de que toda
la fuerza de aquellas ideas, fe y moralidad, deberá ser realizada en el
ámbito del Reich.
También a nosotros nos ha sido impuesto
el deber de apuntar hacia tal realización. También nosotros debemos
buscar el poner al servicio del Reich las experiencias espantosas
legadas al estado moderno, desembarazarnos del abrazo del intelecto que
piensa según cálculos y sobreponerle, hasta el grado extremo de
oscilación, hasta el último fragmento de hierro, las leyes de la sangre.
Sólo entonces viviremos la tradición. Estamos aún bien lejos de ello. Y
es justamente la ostentación de formas externas de la tradición, propia
de la actual juventud, lo que constituye la señal de una falta de
fuerza interior. No vivamos en un museo, sino en un mundo activo y
hostil. No es tradición reavivada aquélla que el viejo soltero ostenta
pintada sobre la propia cajetilla de cigarros, o aquélla exhibida en el
adorno blanco y negro estampado sobre cada cenicero y sobre los
tirantes. Esta no es sino propaganda en el sentido deteriorado, como,
igualmente, formas de propaganda de pésimo gusto son en gran medida
nuestros desfiles, las celebraciones conmemorativas y las jornadas de
honorificación: empalagoso kitsch, bueno sólo para conquistar a algún simpatizante.
Preparáos para una nueva batalla de Rosbach,
que será realizada según las formas más auténticas de nuestro tiempo… y
entonces lo antiguo, desde allá arriba, se sentirá por ello de nuevo y
sumamente alegre. No escribáis una nueva novela de Federico [el Grande],
sino la novela nacional de nuestro tiempo, para la cual la materia la
tenéis desplegada ante los ojos, multiforme como la vida misma. No
viváis como soñadores en un tiempo perdido, sino buscad crear para la
República una fuerza de choque y una potencia orientada según la
corriente de la sangre; o si no, si esta República no admite
endurecerse, rompedla. No os cozáis a fuego lento en el recuerdo del
bastón de mando de Federico Guillermo I,
que en verdad fue esencial a su debido tiempo, pero daos cuenta que del
tiempo dependen los métodos sociales y que hoy todo se rige sobre la
posibilidad de hallar una causa capaz de envolver también al trabajador
en el frente nacional, como ya ha sucedido en otros países.
Sed en todo y para todo aquello que sois;
entonces vuestro futuro y vuestro pasado vivirán en el fulcro, en el
punto de apoyo ardiente del presente y en la más auténtica alegría de la
acción. Tendréis entonces la verdadera tradición viviente y no sólo su
centelleante reflejo, el cual podría proyectarse en cualquier sala de
cine ciudadana".
Ernst Jünger
Publicado originalmente en la revista Die Standarte
Himno de la División Azul
Con mi canción
la gloria va
por los caminos del adiós,
que en Rusia están
los camaradas de mi División.Cielo azul
a la estepa desde España llevaré,
se fundirá la nieve
al avanzar, mi capitán.Vuelvan por mi
el martillo al taller,
la hoz al trigal.
Brillen al sol
las flechas en el haz
para ti,
que mi vuelta alborozada has de esperar
entre el clamor
del clarín inmortal.En la distancia queda
gozo del hogar
con aires de campanas,
vuelo de la paz.Resuenan los tambores;
Europa rompe albores,
aligerando nubes
con nuestro caminar.Con humo de combate
yo retornaré,
con cantos y paisajes
que de allí traeré.Avanzando voy;
para un mundo sombrío
llevamos el sol;
avanzando voy
para un cielo vacío
llevamos a Dios.
Compuesta
como homenaje a los combatientes españoles en Rusia.
Interpretada por primera vez un 8 de diciembre de 1941 en el Teatro
Calderón de Madrid en un Festival–Homenaje a la División Azul.
La letra es de José María Alfaro y Agustín de Foxá, y la música del maestro Juan Tellería. Aparece en "Himnos y Canciones" en 1942.
Creer, Obedecer, Combatir
“(…) Cuando dudemos,
cuando desfallezcamos, cuando nos acometa el terror de si andaremos
persiguiendo fantasmas, digamos: ¡No!; esto es grande, esto es
verdadero, esto es fecundo…”
Que Dios…” os “…deje siempre de su mano.”
Jorge Garrido (Asturias)
Sé
que este escrito no lo leerán sólo militantes de esta jaula de grillos
que es el “patriotismo español” con todas sus sensibilidades
ideológicas y estratégicas, sé que aquellos que no militan o no han
militado nunca en ningún grupo u organización, lo que yo escriba aquí
se la traerá floja (hablando mal y pronto) o se extrañarán, otros igual
lo verán como una falta de compañerismo (ya no digo camaradería) hacia
los que militan en mi partido o están afiliados (hay una enorme
diferencia entre ambos términos) a las siglas donde yo milito.
Firmo
el escrito con mi nombre y apellidos, es una reflexión personal y
seguramente transferible, no lo hago pues en nombre de nadie, pero
seguro que muchos, y no sólo los “militantes” de mi partido, sino de
otros grupos y organizaciones les sonará de algo… y firmarían esto
mismo aunque no se atrevan o quieran reconocer que las cosas son así:
Somos
marginales porque no existe, salvo casos excepcionales, honrosos y
reconocibles en la gran parte de organizaciones del “Área”, compromiso
militante, no se puede esperar que el pueblo español, pasando lo que
está pasando sobre todo desde hace más de 30 años se movilice con
nuestros mensajes (ni con una estrategia ni con la contraria, ni
ocultando las banderas ni manteniéndolas alzadas todo el año), cuando
para hacer llegar nuestro mensaje a través de actos en la calle,
conferencias, propaganda, páginas web o la actividad que sea,
siempre el peso recae en 4 personas, pero haya sin embargo 40 ó 400
alrededor criticando tal actividad, sacando pegas a todo sin aportar
nada más que, en unos casos su cobardía, en otros casos su
incompetencia y en la mayoría de los casos su pasotismo puro y duro aún
perteneciendo a unas siglas donde han acudido voluntariamente.
En
ocasiones se vanaglorian de formar parte de unas siglas como si
perteneciesen a un club de parchís, “soy socio, tengo hasta un carnet
para mostrar a mis amiguitos, hoy me apetece mover ficha, mañana no me
apetece”. Así es imposible nada, así es imposible cualquier proyecto,
bajo las siglas que sean, con la estrategia y la ideología que sea, y
menos con nuestra/s ideologías, condenadas de por sí por este Sistema,
censuradas y perseguidas con una saña brutal.
Que
no me vengan los unos o los otros diciendo nosotros no somos así,
nosotros tenemos una militancia y unos afiliados comprometidos que
pagan sus cuotas religiosamente o sin religiosidad, pero las pagan, que
cuando llueve salimos a pegar carteles porque no nos importa mojarnos
y cuando hace sol tampoco nos importa pasar calor, que nieva y hace
frío, ¿y qué?. Es más normal oir lo contrario o “tengo un compromiso
familiar ineludible, es que no quiero quedar con fulano (afiliado al
mismo partido) porque me caé mal, tengo dolor de barriga porque la
cena de ayer sábado me sentó fatal y además no voy a poder pagar la
cuota este mes porque ayer perdí los 10 euros que tenía para ese
tema,”…etc.
Las disculpas, las
excusas están a la orden del día y para todos los gustos, quienes
llevamos tiempo en esto sabemos, aunque seguro que algunos por el
motivo que sea lo traten de ocultar y digan que ellos no entran dentro
del panorama desolador que estoy presentando, ellos, todos, “seguro”
que son/somos más y mejores. ¡Por los cojones!
Si
estás en una organización de las nuestras (salvando el tema de que
“esos no son de los nuestros, no me metas a mí en ese saco,…pero nos
entendemos”), si un día diste ese paso y creíste que ese era tu sitio y
no ser uno más del pueblo aborregado que traga con todo o sólo
protesta en la barra del bar, pues trata de ser consecuente y si no
olvídate, quédate en casa, pero no molestes, no te quejes con excusas
de que el cartel no te gusta de ese color, de que era mejor con
mayúsculas que con minúsculas, que si es pequeño, que si es demasiado
grande o que la pancarta tendría que tener forma triangular porque es
más original (“hazla tú, no te jode”) o es que el menú de la cena de
“camaradería” no me gusta porque tiene gambas o porque tiene pimientos
verdes o leches en vinagre,…“reserva tú el sitio y el menú y no me
toques los cojones”.
Podría
seguir varios folios con excusas y con sus contestaciones al respecto,
contestaciones que damos o que nos apetece dar y a veces (un error) nos
guardamos, mordiéndonos la lengua, para enseguida ser criticados por
la espalda porque “así no se dicen las cosas,…no estamos en el
ejército, joder qué carácter tienes…”. No, en lo que estamos es en una
guerra, aunque te parezca muy duro para tus oídos, y a los derrotistas,
conspiradores, pusilánimes y traidores se les ejecuta si no les da
tiempo a apartarse y dejar el camino libre a los que queremos seguir
avanzando pese a las dificultades en la calle, en el terreno electoral,
en ambos o en otros frentes, pero dentro de una disciplina que algunos
no parecen haber entendido ni entenderán jamás.
Esto no es un hobby,
perdón, un entretenimiento, es una lucha, una batalla muy dura, esa es
la realidad y ese es todo el pragmatismo que admito en lo que debe ser
un militante, un combate en la que muchas veces te apetece tirar la
toalla, pero te envuelves en ella cual capa protectora y sigues tirando
pa´lante, no te rajas por culpa de la persecución a que nos
somete el Sistema, te rajas porque no vales, no porque no te convenza
el proyecto y quieras iniciar otra corta andadura en otras siglas o ni
siquiera con tus propias siglas, no vengáis con lo de es una pérdida de
tiempo, que lo es cuando no hacéis nada, pero cuando hacéis algo estoy
seguro que aunque sea por orgullo personal os sentís reconfortados.
“No
avanzamos, estamos igual o peor que hace años”, ¿no avanzamos o el que
no avanzas eres tú?, ¿estamos igual o peor…? Y ¿tú qué has hecho para
que estemos un poco mejor? ¿Por qué cada uno no mira para sí mismo y en
conciencia piensa lo que hace él, antes de mirar a los que tiene al
lado, a sus propios compañeros de partido, a los del partido de al
lado, a veces camaradas y a veces hasta amigos, y al final acaba
haciendo NADA que es de lo que justamente acusa a los otros?
Se
cree o no se cree en ÉSTO, está claro: si no se cree es lógico que no
obedezcáis las consignas que se os dan y si no se obedece no se
combate, y si no se combate, entonces la derrota es inminente.
Parafraseando el final de un combativo poema:
“(…)Y si por…” vuestra “…culpa vence la derrotaQue Dios…” os “…deje siempre de su mano.”
Jorge Garrido (Asturias)
23 febrero 2011
El FNJ en apoyo a los jóvenes parados españoles
Las cifras del desempleo del primer semestre de 2013 en España continúan
aumentando. Representan el naufragio de una nación europea en una gran
crisis.
Más de seis millones de parados y en aumento. Lo peor es que la mitad de los jóvenes están desempleados, y las previsiones para los meses y años venideros son terriblemente inquietantes.
Sabemos que esta crisis que perdura y crece en España es la consecuencia directa de los planes de austeridad impuestos por la Comisión Europea.
Además, sin duda, la mala gestión del país desde hace veinte años por parte de sus líderes y el error que supone para una economía basada fundamentalmente en el turismo que su moneda sea el euro, hacen que, junto a las medidas de austeridad impuestas, acaben por hundir a la cuarta potencia europea.
Recordamos que François Hollande, en la misma línea que Nicolás Sarkozy, impondrá igualmente a Francia unas políticas de austeridad que nos conducirán a la misma catástrofe económica.
Por lo tanto nuestro pensamiento está en franca hermandad con todos estos jóvenes españoles que tienen que sufrir, como nosotros, los errores de sus mayores. Animamos a los jóvenes españoles a actuar como patriotas y que rechacen los dictados de la Unión Europea.
Juntos, podemos construir otra Europa, frente a la de los tecnócratas y los bancos, la Europa de las naciones y sus pueblos.
Más de seis millones de parados y en aumento. Lo peor es que la mitad de los jóvenes están desempleados, y las previsiones para los meses y años venideros son terriblemente inquietantes.
Sabemos que esta crisis que perdura y crece en España es la consecuencia directa de los planes de austeridad impuestos por la Comisión Europea.
Además, sin duda, la mala gestión del país desde hace veinte años por parte de sus líderes y el error que supone para una economía basada fundamentalmente en el turismo que su moneda sea el euro, hacen que, junto a las medidas de austeridad impuestas, acaben por hundir a la cuarta potencia europea.
Recordamos que François Hollande, en la misma línea que Nicolás Sarkozy, impondrá igualmente a Francia unas políticas de austeridad que nos conducirán a la misma catástrofe económica.
Por lo tanto nuestro pensamiento está en franca hermandad con todos estos jóvenes españoles que tienen que sufrir, como nosotros, los errores de sus mayores. Animamos a los jóvenes españoles a actuar como patriotas y que rechacen los dictados de la Unión Europea.
Juntos, podemos construir otra Europa, frente a la de los tecnócratas y los bancos, la Europa de las naciones y sus pueblos.
Comunicado de Julien Rochedy
Director nacional del FNJ
El fundamento sociológico de la Anarquía
"Suprímase el principio anti-autoritario en el curso de las discusiones
anarquistas considerando la necesidad y la naturalidad de los hechos
sociales, aún de aquellos (como el Estado, la autoridad, etc.) que más
repugnan a nuestras conciencias de libres; descártese la premisa
liberalista e individualista; sígase el método experimental de la
ciencia positiva... y entonces el gran ideal de la anarquía no será
considerado como una “utopía”, un “sueño”, sino como una realidad
infieri, bella, sublime, concadenada a las realidades precedentes por un
nexo indisoluble de continuidad evolutiva.
Cuando a la anarquía se le dé su legítimo natural fundamento
“sociológico”, no se verá desmentida por la ciencia, sino que se
reafirmará como directa filiación suya.
¿Se quiere una prueba indiscutible de esto?
La sociología evolutiva, por medio de uno de sus más ilustres
representantes vivientes, Durkheim, afirma que la ley suprema del
desarrollo social es el pasaje de la necesidad a la voluntad, de la
coacción a la libertad.
La anarquía, que para mí es el coronamiento de la sociología, se define:
como la asociación libre de los hombres.
No puede imaginarse acuerdo más armónico. Al concepto “sociológico” de
la anarquía se acercan los socialistas-anarquistas, los cuales ocupan la
posición intermedia entre los exagerados individualistas y los
fanáticos colectivistas.
Yo he esbozado apenas los perfiles de este concepto. Quisiera que sobre
este argumento se abriese una discusión seria y amplia de la cual todos
saliésemos más seguros y más en posesión de la verdad. La idea no es
mía. La he tomado del campo de la sociología general y de la sociología
jurídica (de Maine y de Spencer) procurando aplicarla al campo de la
anarquía".
Sergio Panunzio
Citas Célebres
"No tomamos demasiado en serio el humor".
"La belleza de la naturaleza y la belleza del entorno cultural creado por
el ser humano son, evidentemente, ambos necesarios para mantener la
salud del alma y del espíritu del ser humano".
"Cada hombre debe restringir y limitar más su conocimiento a fin de
competir con otros. El especialista sabe más y más sobre menos y, por
último, sabe todo sobre nada".
"Lo que es bueno y útil para la humanidad como un todo, e incluso aquello
que lo es para el ser humano individual, ha sido completamente olvidado
bajo la presión competitiva de las personas entre sí".
"Lo que es bueno y útil para la humanidad como un todo, e incluso aquello
que lo es para el ser humano individual, ha sido completamente olvidado
bajo la presión competitiva de las personas entre sí".
"La impresionante mayoría de las personas actualmente vivas percibe como
valor tan sólo aquello que resulta exitoso y apropiado para sobrepasar
al prójimo en la competencia despiadada. Cualquier medio que sirva a
este fin aparece engañosamente como un valor en sí mismo".
"El hacinamiento de muchos seres humanos en un espacio reducido no sólo
conduce a fenómenos de deshumanización por la vía indirecta del
agotamiento y el empantanamiento de las relaciones interhumanas sino que
directamente produce un comportamiento agresivo".
"Solamente cuando uno ama y simultáneamente admira a otro ser humano
desde las más hondas profundidades de su alma, solamente entonces se
encuentra uno en absoluto en condiciones de aceptar y asumir su
tradición cultural".
Konrad Zacharias Lorenz
jueves, 25 de abril de 2013
Capitalism Sucks!
El entorno en que se desenvuelve una marca o un producto es
impredecible. Por más que una marca trate de predecir tendencias futuras
o evitar situaciones que pudieran ser críticas para su imagen, cuando
llega una crisis, no hay mucho que se pueda controlar. Y esto es
precisamente lo que le ha ocurrido a Nike, que se ha visto obligada a retirar una camiseta de las tiendas después de los atentados de Boston el pasado 15 de abril.
Hasta ahora, Nike comercializaba unas camisetas en las que se podía leer “Boston Massacre” (Masacre de Boston), con unas letras ensangrentadas como conmemoración a la victoria de los New York Yankees sobre los Boston Red Sox en 1978.
Citas Célebres
"Quien, después de haber dado una hora de lección, no ha aprendido nada,
tampoco ha hecho aprender nada a sus escolares. Sólo ha repetido lo que
se sabía de memoria y no ha vivido lo que decía y que debía haber
pensado y por lo tanto crear en sí. Y los escolares han bostezado,
trabajando, en el mejor de los casos, con el mismo desgano y cansancio
del maestro, permaneciendo extraños al verdadero saber, llevando en su
alma algo sin sabor, sin interés y sin vida".
Giovanni Gentile
¡Dios os haga jóvenes!
Vuestra juventud debéis aprovecharla en función de
patriotismo, de hijos de una nación (…) Todo individuo o colectividad,
así sea una nación que se niega a cambiar de ideas, de rumbos, de
orientaciones; que se niega a experimentar más, a título de que ya
experimentó bastante, no puede presentar los resultados de aquella su
experiencia, cualesquiera que ellos fuesen, al respeto del presente y
del porvenir, ya que nada hay definitivo en la vida; porque la vida es
esencialmente un dinamismo.
Sed jóvenes para España. La misión de la juventud actual es ser una juventud afirmativa.
La actual juventud, que presencia momentos
tristísimos, los cuales parecen dedicados a colmar las más hondas
medidas del más desolado pesimismo con hechos de un horror insuperable,
ha de ponerse al servicio de la reacción vital (…) Debéis poneros a
tono, con el acorde formidable, que, al hacerse la paz, resonará por
todos los ámbitos del mundo en pro de la continuidad de la cultura.
Y para que España sirva a esta obra suprema, ha de dejar de ser una nación vieja.
Siendo jóvenes vosotros, esto es, los jóvenes de España, durante mucho tiempo, es como España dejará de ser vieja.
¡Dios os haga jóvenes!
¡Dios salve a España!
Blas J. Zambrano
Juventud. Nuevos Horizontes, 1916
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