Nuestra avidez ahora es mayor, recuperar una
memoria justa que batalle en un futuro, no quiero que mal interpreten,
no es el pasado lo que queremos de vuelta, es la vida misma, lo
entrañable e incalculable para estos tiempos.
El alma ha de encontrarse en lo más sutil del
arte, no nos interesa un arte-político con favoritismos doblegados a
arreglos y creaciones no más que materiales. No queremos prender fuego a
lo que ni lo merece, el fuego hemos de llevarlo para alumbrar, concluir
nuestro destino y transformar(nos).
No queremos aferrar nuestra insistencia a un
simple delirio, no, ni mucho menos a la simple noción de tiempo y
espacios a los cuales podemos vernos encaminados, nuestro querer estará
firme en la acción persistente a eso, a la acción, a las aptitudes que
hemos de poseer para reconocer y desafiar aquello que nos representa.
Aquella Polifonía inconclusa no lo será más,
un tu-pac-tu-pac ha de ser más que el latido de un corazón en nostalgia,
en ese corazón retumbará y chirriará engranajes que mantendrán una
fuerza vital, más allá de la simple invención.
¿Qué si habrá momento para descansar? Claro,
este por ejemplo, cuando nos leemos, de seguro habrá muchos otros
momentos de justo descanso, los necesitamos, no es debilidad y es más
que simple comodidad, cualquier circunstancia que nos lleve a
reflexionar sobre nuestros encuentros es natural y valerosa.
Las buenas mujeres, las pocas que
encontremos, serán una gesto más de que todo lo que hagamos tendrá
sentido intimo y de sincero amor. Pocos serán también los brazos firmes
que saluden y más pocos los que no fallen en la guerra que ha de
declararse en su momento.
Ahora es nuestro deber devolverle a este
valle la fiereza que perdió cuando se dejó atrapar sin las armas y
valentía que conquistó, volveremos a perpetuar ese entonces con la
esencia de la gloria, con la fuerza que nos alienta ambicionar vivir el
mañana.
El credo que nos acompaña llegó por medio de
una botella, no fue un mar quien lo trajo, fue un viejo nunca vejado, y
aunque viejo, no viejos sus recuerdos, su aire creó una convicción de
por vida, su aliento se atrevió a tocar nuestra ventana para saludar
eternamente…y vednos aquí.
Jorge Ferro
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