El origen del negocio bancario se remonta a cuando el oro era el
dinero real y, como tal, lo guardaba el orfebre en su almacén. Como que
el oro era muy pesado e incómodo de mover, el dinero en circulación eran
participaciones de este dinero metálico. Un día, el orfebre pensó que
podía cobrar interés por el préstamo de estas participaciones y para
compensar empezó a pagar un interés menor a los depositarios de este
oro; así se inició en Europa el negocio bancario.
Este sistema tenía el problema de que la posibilidad de prestar dinero estaba claramente limitada por la cantidad de oro en circulación; entonces los orfebres, ya convertidos en banqueros, inventaron el sistema de reserva fraccionaria, que consiste en qué sólo hay en reserva una parte de lo que realmente se presta. O dicho de otra manera, a partir de un dinero real se crea dinero de la nada en una proporción que, teniendo en cuenta que no todo el mundo retirará su dinero a la vez, nunca pone en dificultades a los banqueros a la hora de devolver depósitos. Esta proporción acostumbraba a ser del 10%, es decir, 10 unidades en circulación por cada unidad real de oro existente en la reserva. Este aumento del dinero en circulación favoreció la expansión comercial en el mundo y, una vez conocida por los estados, en vez de prohibirse se reguló. Para controlar el riesgo que eso significaba si se sabía que no había dinero para devolver a todo el mundo, se creó el sistema de bancos centrales, los cuales dispondrían de reservas de oro adicionales para poder prestar a los bancos en momentos de crisis.
Con el tiempo, el sistema de bancos centrales y reserva fraccionaria se ha convertido en el dominante en el mundo; el oro que garantizaba el dinero en circulación fue menguando hasta que en el 1971 se hizo desaparecer el patrón oro, es decir que se dejó de usar el oro como base real del dinero.
Aún cambiando este aspecto fundamental del sistema monetario, los bancos centrales y el sistema de reserva fraccionaria continuó, pero con unas reservas que consisten tan solo en anotaciones bancarias creadas en algún momento por los bancos centrales; reservas que significan dinero pero que no están garantizadas por ningún dinero que tenga una base material. Eso cambia completamente la naturaleza del dinero porque todo lo que tenemos actualmente en circulación sale de la nada y por tanto es un puro contrato, que sólo tiene valor porque todo el mundo se lo da.
El dinero que se crea hoy en día, se crea básicamente a partir de préstamos, es decir en forma de deuda, ya sea pública, comercial, externa o de particulares. Y no sólo eso, sino que cuando se devuelven las deudas, este dinero desaparece, de manera que así el sistema financiero dispone de una herramienta para ampliar o reducir el dinero en circulación.
El dinero, lo crean los bancos centrales y los bancos privados. Sólo entre el 3 y el 5% del dinero en circulación ha sido creado por los bancos centrales, el resto lo crean los bancos privados a través de los créditos así como (y cada vez más) a través de complejos sistemas de especulación financiera.
Hoy en día, la creación de dinero sólo está limitada por un reglamento que indica en qué condiciones pueden prestar dinero los bancos y cómo tienen que hacer cuadrar las anotaciones en su balance para hacerlo.
En el caso de la Unión Europea, el reglamento que obliga a los bancos con el BCE (Banco Central Europeo), dice que tienen que tener como reserva como mínimo el 2% del total del dinero; el otro 98% lo pueden prestar e invertir. El dinero depositado a un plazo igual o superior a 2 años no está afectado por esta norma, y se puede invertir al 100%. Todo esto se puede comprobar en el artículo 4 del Reglamento (CE) nº 1745/2003 (BCE/2003/9).
Este sistema tenía el problema de que la posibilidad de prestar dinero estaba claramente limitada por la cantidad de oro en circulación; entonces los orfebres, ya convertidos en banqueros, inventaron el sistema de reserva fraccionaria, que consiste en qué sólo hay en reserva una parte de lo que realmente se presta. O dicho de otra manera, a partir de un dinero real se crea dinero de la nada en una proporción que, teniendo en cuenta que no todo el mundo retirará su dinero a la vez, nunca pone en dificultades a los banqueros a la hora de devolver depósitos. Esta proporción acostumbraba a ser del 10%, es decir, 10 unidades en circulación por cada unidad real de oro existente en la reserva. Este aumento del dinero en circulación favoreció la expansión comercial en el mundo y, una vez conocida por los estados, en vez de prohibirse se reguló. Para controlar el riesgo que eso significaba si se sabía que no había dinero para devolver a todo el mundo, se creó el sistema de bancos centrales, los cuales dispondrían de reservas de oro adicionales para poder prestar a los bancos en momentos de crisis.
Con el tiempo, el sistema de bancos centrales y reserva fraccionaria se ha convertido en el dominante en el mundo; el oro que garantizaba el dinero en circulación fue menguando hasta que en el 1971 se hizo desaparecer el patrón oro, es decir que se dejó de usar el oro como base real del dinero.
Aún cambiando este aspecto fundamental del sistema monetario, los bancos centrales y el sistema de reserva fraccionaria continuó, pero con unas reservas que consisten tan solo en anotaciones bancarias creadas en algún momento por los bancos centrales; reservas que significan dinero pero que no están garantizadas por ningún dinero que tenga una base material. Eso cambia completamente la naturaleza del dinero porque todo lo que tenemos actualmente en circulación sale de la nada y por tanto es un puro contrato, que sólo tiene valor porque todo el mundo se lo da.
El dinero que se crea hoy en día, se crea básicamente a partir de préstamos, es decir en forma de deuda, ya sea pública, comercial, externa o de particulares. Y no sólo eso, sino que cuando se devuelven las deudas, este dinero desaparece, de manera que así el sistema financiero dispone de una herramienta para ampliar o reducir el dinero en circulación.
El dinero, lo crean los bancos centrales y los bancos privados. Sólo entre el 3 y el 5% del dinero en circulación ha sido creado por los bancos centrales, el resto lo crean los bancos privados a través de los créditos así como (y cada vez más) a través de complejos sistemas de especulación financiera.
Hoy en día, la creación de dinero sólo está limitada por un reglamento que indica en qué condiciones pueden prestar dinero los bancos y cómo tienen que hacer cuadrar las anotaciones en su balance para hacerlo.
En el caso de la Unión Europea, el reglamento que obliga a los bancos con el BCE (Banco Central Europeo), dice que tienen que tener como reserva como mínimo el 2% del total del dinero; el otro 98% lo pueden prestar e invertir. El dinero depositado a un plazo igual o superior a 2 años no está afectado por esta norma, y se puede invertir al 100%. Todo esto se puede comprobar en el artículo 4 del Reglamento (CE) nº 1745/2003 (BCE/2003/9).
¿Si el dinero ya no es oro (que era la justificación con que se creó
el sistema de banca comercial y los bancos centrales, como responsables
de guardar el oro y convertirlo en dinero en circulación), cómo es que
siguen siendo sólo los bancos los únicos que pueden crear dinero? ¿Y por
qué únicamente lo hacen en forma de deuda que hay que devolverles con
intereses?
Dicho de otro modo: ¿Por qué los Estados tienen que pagar intereses a su
banco central para así poder financiar el gasto público, cuando es
dinero que podrían crear directamente los Estados en el momento de
realizar estos gastos?
Quizás la única respuesta lógica que se nos puede acudir es que la banca
es quien controla a los gobiernos y no al revés, ¿verdad?
A Mayer Rothschild, miembro de la dinastía europea de banqueros más poderosa, se le recuerda por una cita que rezaba: “Dejarme emitir y controlar la creación del dinero de una nación y me dará igual quién haga las leyes”.
A Mayer Rothschild, miembro de la dinastía europea de banqueros más poderosa, se le recuerda por una cita que rezaba: “Dejarme emitir y controlar la creación del dinero de una nación y me dará igual quién haga las leyes”.
Alex Corrons
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