"Para su realización,
capitalismo y tecnicismo necesitaban sin embargo, de la temeridad
típica del individuo independiente. Pero la afirmación del capitalismo
monopolista acabó desembocando en un mal: el capitalismo se había
transformado en algo para lo cual bastaba un pequeño número de hombres
verdaderamente libres en grado de prosperar, mientras que los restantes
millones de semejantes eran reducidos a un nivel de esclavitud
representado por la absoluta dependencia del salio. La antigüedad,
ciertamente, había conocido insuperables barreras entre los ciudadanos
libres y los esclavos y había asimilado también una especie de
diferencia cualitativa entre las dos clases, en base a la cual, sólo el
hombre libre era verdadero hombre, mientras que el esclavo era, a la
inversa, asimilado a los animales, sin ningún tipo de derecho natural o
positivo. El capitalismo de los monopolios avanzaba hacia una situación
no del todo dísmil; esto es, hacia una separación. En tal estado, en
efecto, sólo los señores de los cárteles monopolistas, de los sindicatos
de control de las grandes empresas y de los trusts son
realmente hombres, y sólo a ellos corresponde una libertad de
autodeterminación; el resto de los hombres no son sino entidades
proletarias, son los otros, sustancia base con rango más afín a la
bestia que al hombre. Todo nació con una tendencia exagerada hacia la
riqueza. La masa de los hombres se vio transformada en mera fuerza de
trabajo y perdió sus derechos personales y de libertad, mientras un
pequeño grupo de monopolistas vino a formar una nueva aristocracia
autorizada para todo y para la cual nada era inaccesible".
Ernst Niekisch
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