frases para ridiculizar la idea; a las mujeres que piensan lo
que yo me he atrevido a decir; a aquellas para las que la
Lujuria sigue siendo solamente un pecado; a todos los que en
la Lujuria llegan solo al Vicio; y en el Orgullo, solo a la
Vanidad.
La lujuria, entendida fuera de todo concepto moral y como elemento esencial de dinamismo de la vida, es una fuerza.
Para una estirpe fuerte, la lujuria, al igual que el orgullo, no es
un pecado capital. Al igual que el orgullo, la lujuria es una virtud
estimulante, un fuego del que se nutren las energías.
La lujuria es la expresión de un ser proyectado más allá de sí mismo;
es el gozo doloroso de una carne que ha llegado al culmen, el dolor
gozoso de una exuberancia; es la unión carnal, más allá de los secretos
que unifican a los seres; es la síntesis sensorial y sensual de un ser
que quiere hacer más libre su espíritu; es una partícula de humanidad
que entra en comunicación con toda la sensualidad de la tierra; es el
estremecimiento imprevisto de un fragmento de la tierra.
La lujuria es la búsqueda carnal de lo desconocido, como la cerebralidad es la búsqueda
espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación.
espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación.
La carne crea, como crea el espíritu. Ante el Universo, su creación
es igual. Una no es superior a la otra. Y la creación espiritual depende
de la creación carnal.
Nosotros tenemos un cuerpo y un espíritu. Reprimir uno para expandir
el otro es prueba de debilidad, y un error. Un ser fuerte debe realizar
todas sus posibilidades carnales y espirituales. La lujuria es un
tributo a los conquistadores. Tras una batalla en la que han muerto
hombres, es normal que los victoriosos, seleccionados por la guerra, se
vean impelidos, en la tierra conquistada, hasta el estupro para recrear
la vida.
Después de las batallas, los soldados aman la voluptuosidad, en la que se relajan, para
renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad. Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada imagen femenina.
renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad. Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada imagen femenina.
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la
sensualidad; de ellas florece la lujuria. Un pueblo exclusivamente
espiritual y un pueblo exclusivamente lujurioso caerían igualmente en
la esterilidad.
La lujuria estimula las energías y desencadena las fuerzas. Ella
empujaba implacablemente a los hombres primitivos a la victoria, por el
orgullo de llevar a la mujer los trofeos de los vencidos. Ella empuja
hoy a los grandes hombres de negocios que gobiernan la banca, la prensa y
los tráficos internacionales a multiplicar el oro, creando núcleos,
utilizando energías, exaltando a las multitudes para adornar, enriquecer
y magnificar el objeto de su lujuria.
Estos hombres, sobrecargados de obligaciones pero fuertes, encuentran
tiempo para la lujuria, motor principal de sus acciones y de las
consiguientes reacciones que repercuten sobre una pluralidad de gentes y
de mundos.
También en los pueblos nuevos, cuya lujuria todavía no se ha liberado ni se ha declarado
abiertamente, que no poseen la brutalidad primitiva ni el refinamiento de las civilizaciones antiguas, la mujer es la gran promotora, a la que todo se ofrece. El culto discreto que el hombre le tributa no es más que el impulso aún inconsciente de una lujuria adormecida. En estos pueblos, como también, por diferentes motivos, en los pueblos nórdicos, la lujuria es casi exclusivamente procreadora. Pero
se definan como se definan, normales o anormales, los aspectos bajo los que se manifiesta, la lujuria es siempre la suprema incitadora.
abiertamente, que no poseen la brutalidad primitiva ni el refinamiento de las civilizaciones antiguas, la mujer es la gran promotora, a la que todo se ofrece. El culto discreto que el hombre le tributa no es más que el impulso aún inconsciente de una lujuria adormecida. En estos pueblos, como también, por diferentes motivos, en los pueblos nórdicos, la lujuria es casi exclusivamente procreadora. Pero
se definan como se definan, normales o anormales, los aspectos bajo los que se manifiesta, la lujuria es siempre la suprema incitadora.
La vida brutal, la vida enérgica, la vida espiritual, llega en un momento en que exigen una
tregua. El esfuerzo por el esfuerzo acaba derivando en el esfuerzo del placer. Lejos de hacerse daño mutuamente, realizan plenamente un ser completo.
tregua. El esfuerzo por el esfuerzo acaba derivando en el esfuerzo del placer. Lejos de hacerse daño mutuamente, realizan plenamente un ser completo.
Para los héroes, para los creadores espirituales, para los
dominadores de cualquier campo, la lujuria es la exaltación magnífica de
su fuerza: para todo ser, es una motivación a superarse, con el simple
intento de emerger, de ser notado, de ser escogido, de ser elegido.
Solo la moral cristiana, tomando el lugar de la pagana, fue desventuradamente inducida a
considerar la lujuria como una debilidad. De este gozo sano que es la plena exuberancia de una carne potente ella ha hecho una vergüenza que hay que esconder, un vicio del que hay que renegar. La ha cubierto de hipocresía; y de ese modo la ha convertido en pecado.
considerar la lujuria como una debilidad. De este gozo sano que es la plena exuberancia de una carne potente ella ha hecho una vergüenza que hay que esconder, un vicio del que hay que renegar. La ha cubierto de hipocresía; y de ese modo la ha convertido en pecado.
Dejemos de burlarnos del deseo, esta atracción, sutil y brutal al
mismo tiempo, de dos carnes, no importa el sexo que sean, de dos carnes
que se desean, que tienden a ser una sola. Dejemos de burlarnos del
deseo disfrazándolo bajo los lamentables y piadosos despojos de la vieja
y estéril sentimentalidad. No es la lujuria la que desagrega, disuelve y
aniquila, sino las hipnotizantes complicaciones del sentimentalismo,
los celos artificiosos, las palabras que embriagan y engañan,
el patetismo de las separaciones y de las fidelidades eternas, las
nostalgias literarias; todo el histrionismo del amor.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas
deshojadas, los dúos bajo la luna, los falsos pudores hipócritas! Que
los seres aproximados por una atracción física, en lugar de hablar
exclusivamente de sus frágiles corazones, osen expresar sus deseos, las
preferencias de sus cuerpos, pregustando las posibilidades de gozo o de
ilusión de su futura unión carnal.
El pudor físico, por su naturaleza variable según los tiempos y los países, tiene solo el efímero valor de una virtud social.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la
lujuria lo que un ser inteligente y refinado hace de sí mismo y de su
propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una obra de arte. Fingir
inconsciencia o desfallecimiento para explicar un gesto de amor es
hipocresía, debilidad o estupidez. Es preciso desear conscientemente una
carne, como se desea cualquier otra cosa.
En lugar de darse y tomarse (por flechazo, delirio o inconsciencia)
como seres multiplicados por las inevitables desilusiones del
imprevisible mañana, es necesario escoger sobriamente. Es necesario,
guiados por la intuición y la voluntad, valorar las sensibilidades y las
sensualidades, emparejando y culminando solo aquellas que pueden
completarse y exaltarse. Con la misma conciencia y la misma voluntad
directora, es necesario llevar el gozo de este emparejamiento a
su paroxismo, desarrollar todas sus posibilidades y hacer florecer
plenamente el germen de las carnes unidas. Es necesario transformar la
lujuria en una obra de arte, hecha, como toda obra de arte, de instinto y
de consciencia.
Es preciso despojar a la lujuria de todas las veladuras sentimentales
que la deforman. Solo por la vileza se la ha cubierto con todos estos
velos, puesto que la sentimentalidad estática colma: en ella reposamos y
nos envilecemos.
En un ser sano y joven, siempre que la lujuria se contrapone a la
sentimentalidad, es la lujuria la que prevalece. Las convenciones
sentimentales siguen las modas, la lujuria es perenne. La
lujuria triunfa porque es la exaltación gozosa que empuja al individuo
más allá de sí mismo, es el gozo de la posesión y del dominio, la
victoria perpetua de la que renace la perpetua batalla, el deseo de
la conquista más embriagadora y más cierta. Y esta conquista cierta y
temporal vuelve a empezar sin pausa.
La lujuria es una fuerza porque afina el espíritu purificando con el
fuego las turbulencias de la carne. De una carne sana y fuerte,
purificada por las caricias, el espítu mana lúcido y claro. Solo
los débiles y los enfermos se engatusan y envilecen con ella.
La lujuria es una fuerza, porque mata a los débiles y exalta a los fuertes, favoreciendo la
selección.
selección.
La lujuria es una fuerza, por último, porque no conduce nunca a la
miseria de las cosas seguras y definitivas, prodigada por la
tranquilizante sentimentalidad. La lujuria es una perpetua batalla nunca
del todo ganada. Tras el triunfo pasajero, en el mismo efímero triunfo,
aparece la renacida insatisfacción que, en una voluntad orgiástica,
empuja al ser a abrirse, a superarse.
La lujuria es para el cuerpo lo que el ideal es para el espíritu: la
magnífica quimera, eternamente abrazada y nunca capturada, la que los
seres jóvenes y ávidos, de ella embriagados, persiguen sin tregua.
La lujuria es una fuerza.
Valentine de Saint-Point.
Manifiesto futurista de la Lujuria.
París, 11 de enero de 1913.
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