"No es posible actuar, es menos fácil
triunfar. Sobre todo en una lucha revolucionaria, combate a muerte
contra un adversario todo poderoso, arraigado, experimentado, que es
preciso combatir con ideas y la astucia más que por la fuerza. Es sin
embargo frecuente oír como se contrapone acción y pensamiento. Eso es
creer en la espontaneidad de la acción revolucionaria. Y se cita como
ejemplo la revolución fascista en Italia. Se olvida que en el momento de
la formación de los “fascios” en 1915 Mussolini ya combatía desde hacía
más de doce años como agitador y periodista".
"(…) hay que destruir su organización política,
abatir sus ídolos y dogmas, eliminar sus maestros, oficiales y ocultos,
mostrar al pueblo como se le ha engañado, explotado, mancillado.
Finalmente reconstruir. No con construcciones de papel sino sobre una
élite joven y revolucionaria, compenetrada con un nuevo concepto del
mundo. ¿La acción que debe imponer esa revolución perpetua puede
concebirse sin la dirección de una doctrina revolucionaria? Ciertamente no".
"Minoría lúcida. Forma la élite revolucionaria sobre la que descansa el porvenir".
"Manadas pasivas, esperan todo del hombre
milagro. Incluso los grupúsculos tienen su ídolo. La inmutable
desaparición del gran hombre deja tras de sí gente engañada, agria y
desanimada. El Nacionalista no necesita seguidores sino militantes que
se definan en relación a su doctrina y no en relación a un hombre. No
combaten por un seudo salvador ya que el salvado se encuentra en ellos
mismos".
"La educación política que permite liberarse se
adquiere a través de la experiencia personal, claro está, pero sobre
todo gracias a la ayuda de la enseñanza que sólo el estudio permite
alcanzar. Sin esa educación, el hombre más valeroso, más audaz, no es
sino una marioneta manipulada por el régimen".
Dominique Venner
"Por una crítica constructiva" (1964)
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