"El orden nos civiliza, para poder
comportarnos sin impedir a los demás ser libres, no esa necesidad de
sentirse libre quitando la libertad que para ti reclamas; a tus
enemigos. Libertad no es la necesidad de alimentar tu ego, sin ver que a tu alrededor existe el sufrimiento. Deseamos amar, deseamos ser como
otros son, sin saber que el deseo y el sufrimiento van de la mano. Cuando algo se desea con tanto afán; sin lograrlo. Es en ese momento
cuando llega la insatisfacción, esa insatisfacción desemboca en
tristeza y abatimiento de ver como no se cumple un objetivo vital. Creando personas inseguras, que deben rodearse de materialismo y ruido, ese ruido que no deja oír el dolor, decía Luis Rosales “Las
personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir” quizás
el dolor se encuentre en lo esencial de las personas, porque siempre
llega. El que ha sentido dolor en algún momento de su
vida, bien sea físico o sentimental, llega a comprender que la vida no
es solo folclore. Porque la espiritualidad maneja el alma, así que en
las pequeñas cosas se encuentra la felicidad, sentirse querido te hace
encontrar estímulos para seguir viviendo. Las personas
consideran a los recuerdos, como algo negativo relacionado con la
pérdida de seres queridos o recuerdos tormentosos, sin darse cuenta que
los recuerdos nos hacen como personas, los recuerdos son fotogramas de
una vida. Merece la pena recordar los éxitos y esos momentos felices, el
recuerdo no puede recordar muerte sino vida. Todo lo
que nos destruye, pasa por el deseo inalcanzable del amor de una mujer
para la que no fuiste nada y al final lo aceptas cuando acaba el duelo.
La soledad es el mayor enemigo para olvidar el dolor, que el tiempo lo
esconde.
No desees nada; se feliz.
No sucumbas a la modernidad; vete contra ella.
No seas vulgar; y que la falta de fe no te destruya".
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