por riberas de trigo adolescente,
ibamos juntos, cada cual ausente,
juntos en otro reino entresoñado.
El aire vagamente atormentado
consolaba la niebla del poniente
desordenando luz sobre tu frente
y vistiendo tu paso aligerado.
Loca y grave, con voz de primavera,
la palabra en tus labios extrañada
citó al amor para su sed primera.
Y brotaste de ti, como una espada
desnuda, repentina, verdadera,
como yo te vivía y te pensaba.
Dionisio Ridruejo Jiménez
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