Hacer que en ella se haga
presente con la mayor intensidad posible la dimensión ritual y
simbólica que constituye uno de los ingredientes capitales del mundo
tradicional (para lo cual se hace imprescindible insertarse en una vía
tradicional concreta; es decir, abrazar y seguir alguna de las diversas
tradiciones ortodoxas). Rodearse de los ritos y símbolos sagrados de la
Tradición, empapando con su luminosa influencia el propio ambiente
existencial: el hogar, el recinto de trabajo, la indumentaria, el
horario y el ritmo de vida. Procurar que el propio existir adquiera un
perfil y un contenido sacrales, con contornos ritualizados y con sentido
simbólico, en la medida en que lo permitan las condiciones de vida
imperante en la civilización actual y las circunstancias personales de
cada cual. Aprovechar, de manera especial, aquellos resortes y técnicas
que la cultura sagrada pone a nuestra disposición para abrirnos a lo
alto y plasmar en la vida diaria los contenidos de lo sacro: oración,
meditación, lectura de textos sagrados, recitación de mantras o fórmulas sagradas (jaculatorias, invocaciones), práctica de mudras o gestos rituales (postraciones, genuflexiones y reverencias, santiguarse, gasho o saludo ritual con las manos unidas), adopción de asanas
o posturas correctas. Sacralización de la misma postura, tanto física
como mental, que se tenga en cada momento. Revestirse de un hábito o
hálito cultural, litúrgico y sacrificial, incorporando al propio vivir
esa componente de culto que es consustancial a la auténtica cultura (la
palabra “cultura” viene de culto y cultivo:
el cultivo de la tierra efectuado con los ritos adecuados, realizando
sobre ella un culto que la consagra y la vuelve fecunda). Hacer de
nuestra vida entera un acto de culto, un servicio divino.
Antonio Medrano
El modo de vida tradicional
El modo de vida tradicional
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