martes, 30 de julio de 2013

Potevano solo aver ragione!

El fuego crepitaba, proyectando el reflejo de épicas batallas, color naranja y ocre, sobre los rostros de los camaradas reunidos.
La noche se presentaba, las canciones se desvanecían poco a poco para dar paso a un moderado silencio solo interrumpido por los gritos de las lechuzas. Este entorno sonoro dibujaba una atmósfera propicia para el recogimiento y las confidencias. Sin embargo, nadie tomó la palabra, tal vez por decoro, y seguramente para no arriesgarse a romper el encanto sencillo e intenso de la noche. Sonrisas discretas, casi retenidas, asediaban sus rostros y habrían querido encontrar las palabras para agradecer a unos por estar allí, para agradecer a otros por aquella comunión, por la camaradería, el último refugio de las almas disgustadas con su época. Mañana, todo se zambullirá en las horrorosas muecas de la modernidad y sus miserables eventualidades. La oficina, la promiscuidad hedionda de los transportes, el aburrimiento asalariado, la hipocresía podrida de las relaciones sociales…
Pero esa noche, arrullados por el murmullo del lago cercano, embriagados por los olores acres y múltiples del bosque devorado por el musgo, sentados en círculo bajo la protección de las estrellas, todavía fueron hombres.
Con el cuerpo fatigado por el camino, el vientre saciado gracias a la solida comida que prepararon juntos, la cabeza ligeramente exaltada por el vino del lugar, se sentían fuertes y seguros. Tan poco numerosos, tan caricaturizados, tan difamados, totalmente incomprendidos, que sólo podían tener la razón…

Texto: Zentropa.info
Traducción: Veritas Vincit

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