lunes, 25 de marzo de 2013

Escenas Matritenses

"En esta ciudad la primavera es esperada con gran ansiedad. Puntualmente son algunos árboles quienes la anuncian proclamándola unas pocas semanas antes. Es entonces cuando todo invita a pasear por la Ribera del Manzanares, poco río para tan gran ciudad, dejándose llevar uno hasta el Puente de los franceses o más allá. Pero eso era antes, cuando aún toda aquella parte de Madrid no había sido víctima de novedosos proyectos urbanísticos y la megalomanía de sus futuros alcaldes no existía. Era entonces cuando bien se podía ir andando desde el Puente de Segovia bajo la sombra de los plátanos o las acacias, reconfortarse con la frescura que emanaba de la fuente de la Estación del Norte, hoy trasladada de allí por la vorágine del dinero, acercarse hasta la Bombilla y visitar a los amigos en San Pol de Mar. Claro que por aquellos días, el tráfico era escaso por esa zona, todos nos conocíamos, y bien podía uno fumar libremente en cualquier lugar, en el bar e incluso en el autobús. De todo aquello, con tristeza he comprobado que bien poco queda. No obstante todavía me es posible saborear a modo de sucedáneo algo de aquel Madrid, hoy inexistente, al deambular por el Parque del Oeste, el cual conserva aún bellísimos rincones que pasan desapercibidos para la gran mayoría. ¡Cuántas borracheras he dormido sobre su hierba, cuántos pantalones habré manchado de verde en compañía femenina!
En ocasiones, en el mes en el que los exámenes acechaban amenazantes, se acercaba uno a ese pedazo de bosque mediterráneo que es la Casa de Campo, con su lago y sus putas de medio pelo, bajo el curso del teleférico, y pareciese que te encontrabas a mil años luz de la gran ciudad. De vuelta a la realidad, accediendo en pronunciada cuesta arriba hasta el paseo de Rosales, se llega a la parte baja del barrio de Argüelles. Sus hoy demolidas bodegas, el museo Cerralbo y el exótico templo de Debod, daban a esa parte de la ciudad un aspecto muy personal.
Y los días comienzan a alargarse, invitando a estar menos tiempo en casa, a pasear y curiosear por ahí para ver cómo vive la gente. Y descubres que siempre has huido de la ridícula y pretenciosa periferia burguesa, en donde todos los petimetres añoran vivir junto a sus perros y esposas, imponiendo con su dinero la obediencia a los primeros y la lealtad a las segundas; que puestos a elegir escoges las barriadas del extrarradio, de bloques inmensos y grises, carentes de alma y alimentados por la más sana barbarie que como padres tienen a la santa violencia y la soberbia incultura.
Supongo que no me equivocaré mucho al dejar aquí escrito que Madrid es (era) la capital con más parque y superficie arbolada de Europa. Y de entre todos, si hubiera de quedarme con uno, ese sería sin dudarlo el Retiro, espacio asombrosamente respetado en el centro mismo de la ciudad. En muchísimas urbes puede uno encontrarse con espacios similares, ciertamente, y habrá quien diga que aún mejores, pero nada de eso es cierto. Por muchos años degradado, parece que vuelve a ser lo que un día fue...Y el paseo del Prado, que cada vez tiene menos de paseo y nada de prado, pero que con el añadido del jardín Botánico, hace ese Madrid más humano y vivible. Todos estos lugares están reservados a esta estación.
Hoy en día imagino que, para corroborar que ha llegado la primavera tendrá uno que mirar dos veces el calendario".

Carlos Paz
"Relatos del Sótano"

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