No es día para bromas, cuando en el
país que vivimos cada vez más familias españolas llegan a duras penas a
fin de mes y el paro galopante acecha a más trabajadores día tras día.
Tampoco es ninguna broma la cantidad de asesinatos que se cometen en
nuestro suelo bajo el eufemismo del aborto. No es una mala broma macabra
que personas puedan acabar tras las rejas por dar su opinión o por
vender, sí... ¡vender!, libros.
Menos broma aún, es ver como cada vez
más las ciudades europeas van acercandose hacía el paradigma
multirracial, que el verdadero enemigo del hombre quiere imponer a golpe
de globalización, con el único fin del beneficio de los de siempre. No
es broma, sino un mal chiste, que la usura corrompa todo y denunciarla
sea peligroso, bajo riesgo de ser encerrado en una jaula y castigado al
ostracismo. Suena a chufla que por decir libremente una opinión una
persona pueda ser lapidada con todo tipo de insultos fáciles. Y es de
guasa que no se pueda hablar de los elegidos y ni si quiera debatir de
historia bajo la amenaza de morir en la hoguera por herejía.
No estamos para bromas, es hora de seguir luchando.
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