"Cada día destruimos aquello que probablemente sea lo mejor de nosotros, nuestro joven campesino interior. Nos centramos en los placeres relajados rompiendo todo lazo que nos ate a nuestra niñez, al mañana del hombre, a la tierra. Comenzamos a dejar de hablar nuestra lengua materna. Se nos enseña a despreciarla. Al hacerlo, no nos damos cuenta de que no son las palabras las que destruimos, si no los afectos más vivos y las formas más profundas de sentimiento".
Maurice Barrès
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