Los medios españoles no lo muestran, pero las
calles de todas las ciudades de Italia son, desde el pasado 9 de
Diciembre, un hervidero de protestas y movilizaciones sociales de todo
tipo. Responsable: el Colectivo 9 Diciembre, un movimiento trasversal
que aglutina distintos grupos y protagoniza protestas espontáneas en
pueblos y ciudades.
La base social de los ‘forconi’ –literalmente ‘los que portan horcas’- está compuesta principalmente por agricultores, productores, profesionales del transporte y pequeños empresarios de todo tipo, los más afectados por la crisis y por las políticas y reformas instigadas por la Unión Europea y el gobierno italiano, en una nación cada vez más sometida a los diktats financieros.
El denominador común de la protesta es el malestar social y el rechazo a la casta política y su desinterés por los problemas de los italianos, además de la bandera tricolor que preside todas las movilizaciones. La tasa de paro, los abusos de Equitalia –ente privado que se encarga de ejecutar las deudas de particulares y empresarios- y la situación económica general se han transformado en manifestaciones, cortes de carreteras y acciones de protesta que siguen expandiéndose por las calles italianas desde el pasado 9 de Diciembre.
La nota de color dentro de este magma de siglas y grupos la pone CasaPound Italia, que participa activamente en este movimiento –sin símbolos propios, portando únicamente la tricolor-, canalizando el malestar hacia críticas más constructivas y proponiendo soluciones para los problemas de la Italia de hoy. Además, CasaPound trabaja por la cohesión ideológica de las protestas, dando una verdadera dirección política a las movilizaciones hacia la recuperación de la soberanía nacional y monetaria, y señalando a las políticas de la Unión Europea como principales culpables de la situación actual.
Simone Di Stefano, el vicepresidente de CasaPound, se ha convertido en un referente para el movimiento romano y sus intervenciones públicas son coreadas y respaldadas por los manifestantes.
En este contexto, el sábado 14 de diciembre realizaron una acción simbólica en la sede de la comisión europea en Roma, en la que Di Stefano utilizó una escalera para subir al balcón y retirar la bandera azul de la Unión Europea con la intención de sustituirla por una Tricolor italiana. Poco tardaron las fuerzas del orden en entrar en escena, retirando la escalera y cargando violentamente contra los manifestantes. Como resultado, varios heridos y la detención de Di Stefano, retenido hasta el lunes por la mañana cuando quedó en libertad con la obligación de ir a firmar durante tres meses. Y el miércoles, nueva manifestación multitudinaria en Roma.
Por último, significativo resulta el intermitente interés que la casta política ha mostrado por estas movilizaciones populares, ignorando deliberadamente a los manifestantes en un primer momento para ahora pasar a desacreditar a los miles de italianos descontentos diciendo “¡Cuidado! ¡Van con los fascistas!”.
Desde la objetividad que nos da la distancia, esto parece a todas luces una protesta de los productores contra los especuladores, de la economía real contra la finanza, del humilde italiano contra el político profesional. En definitiva, la eterna lucha de la sangre contra el oro.
La base social de los ‘forconi’ –literalmente ‘los que portan horcas’- está compuesta principalmente por agricultores, productores, profesionales del transporte y pequeños empresarios de todo tipo, los más afectados por la crisis y por las políticas y reformas instigadas por la Unión Europea y el gobierno italiano, en una nación cada vez más sometida a los diktats financieros.
El denominador común de la protesta es el malestar social y el rechazo a la casta política y su desinterés por los problemas de los italianos, además de la bandera tricolor que preside todas las movilizaciones. La tasa de paro, los abusos de Equitalia –ente privado que se encarga de ejecutar las deudas de particulares y empresarios- y la situación económica general se han transformado en manifestaciones, cortes de carreteras y acciones de protesta que siguen expandiéndose por las calles italianas desde el pasado 9 de Diciembre.
La nota de color dentro de este magma de siglas y grupos la pone CasaPound Italia, que participa activamente en este movimiento –sin símbolos propios, portando únicamente la tricolor-, canalizando el malestar hacia críticas más constructivas y proponiendo soluciones para los problemas de la Italia de hoy. Además, CasaPound trabaja por la cohesión ideológica de las protestas, dando una verdadera dirección política a las movilizaciones hacia la recuperación de la soberanía nacional y monetaria, y señalando a las políticas de la Unión Europea como principales culpables de la situación actual.
Simone Di Stefano, el vicepresidente de CasaPound, se ha convertido en un referente para el movimiento romano y sus intervenciones públicas son coreadas y respaldadas por los manifestantes.
En este contexto, el sábado 14 de diciembre realizaron una acción simbólica en la sede de la comisión europea en Roma, en la que Di Stefano utilizó una escalera para subir al balcón y retirar la bandera azul de la Unión Europea con la intención de sustituirla por una Tricolor italiana. Poco tardaron las fuerzas del orden en entrar en escena, retirando la escalera y cargando violentamente contra los manifestantes. Como resultado, varios heridos y la detención de Di Stefano, retenido hasta el lunes por la mañana cuando quedó en libertad con la obligación de ir a firmar durante tres meses. Y el miércoles, nueva manifestación multitudinaria en Roma.
Por último, significativo resulta el intermitente interés que la casta política ha mostrado por estas movilizaciones populares, ignorando deliberadamente a los manifestantes en un primer momento para ahora pasar a desacreditar a los miles de italianos descontentos diciendo “¡Cuidado! ¡Van con los fascistas!”.
Desde la objetividad que nos da la distancia, esto parece a todas luces una protesta de los productores contra los especuladores, de la economía real contra la finanza, del humilde italiano contra el político profesional. En definitiva, la eterna lucha de la sangre contra el oro.
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