"La batalla identitaria; o más bien,
nuestro «Frente del Ser», contra el no ser de la homogenización, del
desarraigo, de la disolución en el mefítico bodrio occidental.
Lucha por existir y resistir, batalla por la autoafirmación y la
autodefensa, institución de un proyecto histórico y puesta en marcha de
una comunidad de destino. En la época en la que los pueblos europeos
están amenazados en su misma supervivencia física, después de haber ya
cedido el alma al demonio mundialista, la lucha por la defensa de
nuestra identidad, el despertar de nuestra consciencia nacional y la
regeneración de nuestra forma étnica adquiere una importancia decisiva,
crucial. Pero, sobre todo, ¿qué se entiende con el término
«identidad»? Podemos definirlo como el resultante de tres factores:
naturaleza, cultura y voluntad. De la naturaleza forman parte las
características más estrictamente físicas, biológicas y raciales de un
pueblo, su esencia más concreta, la «materia humana». La cultura
representa el modo único y original con el que cada pueblo percibe el
mundo y su manera de orientarse en él, alcanzando la autoconciencia a
través de una confrontación (y/o un enfrentamiento) con la otra parte
de sí mismo; también, cultura son las tradiciones, las usanzas, los
hábitos, la memoria histórica, las referencias míticas etc. El lado
volitivo está constituido por la puesta en marcha de las otras dos
primeras, es la plena asunción del dato físico y del dato cultural en
un horizonte de sentido determinado por una decisión creadora y
fundadora. Voluntad, por lo tanto, es hacerse cargo de la propia
identidad bio-cultural, proyectando en el futuro la propia memoria
transmutada en proyecto. Este punto en fundamental. Siempre es la
voluntad lo que hace la historia, un pueblo que está desprovisto de tal
no es nada más que una población, un mero conjunto de individuos sin
historia, un simple dato estadístico-demográfico. Nacer en un
determinado estado, tener los padres de una cierta nacionalidad, poseer
característicos rasgos somáticos, aprender en el colegio determinadas
nociones, hablar una cierta lengua, comer determinadas pitanzas; todo
ello constituye una identidad sólo en potencia. No basta que se haya
pasado el testigo; es necesario quererlo recibir y tener la intención de
pasarlo a quien viene después. La elección contraria es muy posible; a
tal propósito se pueden ver a tantos intelectuales, políticos,
estrellas del show business que escogen conscientemente la vía del
cosmopolitismo, del mundialismo, del etnomasoquismo, del desarraigo.
Éstos son italianos y europeos tanto como nosotros, pero quieren
rechazar esta pertenencia en nombre de una retórica «hermandad
universal». La identidad, por lo tanto, puede muy bien ser rechazada.
Por otra parte hoy es la elección mayoritaria. Esto es posible porque la
apertura de nuestra historia, consecuente con la fundamental libertad
humana, consiente también la opción de la salida de la misma historia,
lo que equivale a decir la elección de la entropía étnica, cultural,
social, ecológica etc. Frente a tal libertad existencial, será entonces
nuestro deber escoger la vía identitaria".
Adriano Scianca