Con
sumo gozo y máxima ilusión estoy asistiendo al “imparable” movimiento anti
nacionalista que se está produciendo en las Redes Sociales. Imparable, eso sí, en el limitadísimo ámbito que representan las
dos grandes redes sociales del momento, es decir, Facebook y Twitter. Obvio a
Tuenti por lógicas razones de edad. No fuera a ser que aparte de charnego y
facha me llamaran pederasta.
Porque,
queridos lectores, no nos llamemos a engaño. A estas alturas de la manipulación
nacionalista, con más de 30 años de planificada estrategia desinformativa, de
contra-educación, de invenciones y
tergiversaciones, de inculcación del odio a España en la mente abierta, limpia
y noble de niños, jóvenes y enfermos de Alzheimer, poco podemos hacer.
¿Qué podemos
esperar de cuatro grupos en Facebook, unos cuantos hashtags en Twitter y una serie
de buenos artículos en blogs, diarios digitales y foros a los que solamente
acuden los acólitos como nosotros?
La fuerza
que nos podría ayudar, la
intelectualidad catalana, que existe, y los líderes de opinión catalanes, que también existen,
desistieron hace tiempo de su lucha contra el pensamiento único.
Los más inconformistas,
los más libres, ya cruzaron el Rubicón, en este caso el Ebro, dejando atrás su
querida tierra por la persecución y la presión psicológica impuesta por el Gran
Hermano catalanista.
Los menos osados, los acomodados, entraron hace tiempo en
un letargo inducido por el entorno y por su propia tibieza, limitándose a
seguir viviendo, y en muchos casos cobrando, sin oponerse al “mainstream” dictatorial. Se
olvidaron de sus ideales, de su origen, y se refugiaron en su hogar,
acurrucados ante su “llar de foc”, leyendo a Eugeni d’Ors o Josep Pla en la
intimidad, al estilo de Aznar y sus íntimos momentos en catalán.
Quedan
pues solamente los cuatro valientes, los que, contra viento y marea, mantienen
alzada la bandera de la catalanidad no excluyente ni racista, la verdadera
historia común con el resto de España y la estricta separación de intereses económicos,
partidistas y sectarios de la cultura,
la convivencia y la riqueza idiomática. No hace falta que los nombre. Todos
sabemos quién sigue luchando por una Catalunya española y con “seny”.
El problema
es que son cuatro gatos. Y marcados con un parche de la Bandera de España más
grande que cualquier estrella de David amarilla portada jamás por los judíos. Y
la regla de tres sobre esa bandera rojigualda ya la aprenden en los Esplais y
en el colegio: si eres español, eres facha, odias a Catalunya y te comes a los buenos
niños catalanes crudos o “a l’ast”, dependiendo si la comilona cae entre semana
o en Domingo, día especial en el que la vorágine española se lleva a cabo acompañada de misa, toros,
partidos del RCD Español o del Madrid y pasodobles amenazantes y aniquiladores
de la Sagrada Sardana.
¿Pero,
quién sabe, igual la virtualidad de las redes sociales nos da una sorpresa a
todos, y el próximo 12 de Octubre la verdadera Catalunya alza de una santa vez
su voz, sale a la calle y proclama a los cuatros vientos que “els catalans som
espanyols”?
Como
reza el título de este artículo, de ilusión también se vive.
Y de
lucha. Seguid así amigos. A por ellos, que son pocos y manipuladores.
Estás a tiempo.
Estás a tiempo.
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