"Cada
uno habla, hoy, como una carraca sabia y las ciudades están llenas de una clerecía
excitada que vomita, como una esponja exprimida, agua sucia y palabras. No voy
a honrarles nombrándoles. Son legión. Son todos. Digamos que son demócratas,
profesores, curas y cubren todo el planeta. Blancos, negros, amarillos o
mulatos de diversos grados, utilizan las mismas palabras tan bien que el
lenguaje de los hombres no es más que un código mecánico desangrado. En toda la
tierra, un solo grito: «¡Seamos multitud!» y el color horrible de la semejanza.
Yo tengo un nombre. Mi caballo tiene un nombre. Mi perro tiene un nombre. Mi
espada tiene un nombre. Todo tiene un nombre a mi alrededor. Yo soy de una
raza, de una estirpe y de una tierra. Cuando aparezco, único, los semejantes y
los mismos retroceden ante mi mirada que les quema como la antorcha arrojada
sobre el hormiguero. La vergüenza les traspasa y el odio seca sus labios. «Se
atreve...», gruñen. «No queremos su presencia y abominamos de su regreso». Pero
tú, caballero, sueltas una carcajada inmensa que sacude Tokyo, Pekín, Moscú,
Londres, París, Washington... y recitas, con voz de trueno, contra la multitud,
la letanía sagrada de los héroes que vendrán. Contra la multitud".
Jean Cau
«El
caballero, la muerte y el diablo»
Ediciones Nuevo Arte Thor, Barcelona, 1986.
p. 46.
No hay comentarios:
Publicar un comentario