"En el sistema liberal sólo cuenta la dimensión individual, acompañada de su antítesis, la “humanidad”. Todas las dimensiones intermedias:
naciones, pueblos, culturas, etnias, etc., tienden a ser negadas,
descalificadas (en tanto que “productos” de la acción política e
histórica, y en tanto que “obstáculos” a la libertad de comercio) o
consideradas como insignificantes. El interés individual domina al
comunitario. Los “derechos del hombre” se refieren exclusivamente al
individuo aislado, o a la “humanidad”. Los individuos reales son
percibidos como reflejos, como “encarnaciones” de un concepto abstracto de Individuo universal. La sociedad, a la que la tradición europea consideraba como integradora del individuo (en el sentido en que el organismo integra
en un orden superior a los órganos que lo componen), se ve despojada de
sus propiedades específicas y pasa a ser la simple suma de sus habitantes
en un momento dado. En adelante es definida como una colección de
personas arbitrariamente consideradas como soberanas, libres e iguales.
La propia soberanía política es reducida al nivel individual. Al estar
prohibida cualquier trascendencia del principio de autoridad, el poder
no es ya más que una delegación hecha por unos individuos cuyos votos se suman
con ocasión de las elecciones, delegación que vence regularmente y de
la que el poder debe rendir cuentas a la manera de un presidente de
consejo de administración ante la junta de accionistas. La “soberanía
del pueblo” no es en modo alguno la del pueblo en cuanto tal,
sino la indecisa, contradictoria y manipulable de los individuos de que
ese pueblo se compone. Al ser los individuos iguales y tener primacía
sobre las colectividades, el desarraigo se convierte en regla. La movilidad social,
necesidad económica, cobra fuerza de ley. La práctica, dirigida a
consumar la teoría, favorece la abolición de las diferencias, que han
acabado por ser calificadas de “injustas”, al depender del azar del
nacimiento. Lo que implica, como subraya Pierre François Moureau,
“romper las comunidades naturales, las metáforas orgánicas, las
tradiciones históricas propicias a encerrar al sujeto en un conjunto que
se supone no ha elegido” (Les racines du liberalisme, Seul, 1978, pág. 11). La concepción orgánica de la sociedad, derivada de la observación del mundo viviente, es sustituida por una concepción mecánica, inspirada en una física social. Se niega que el Estado pueda ser asimilado a la familia (Locke), que la sociedad sea un cuerpo, etcétera".
Alain de Benoist. “El error del liberalismo”,
Publicado en Más allá de la derecha y de la izquierda.
Áltera, Barcelona, 2010, págs. 59-60.
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